NUESTROS CRITERIOS DE FE

Te vas dando cuenta, yo también, que cada vez las peticiones al Señor van cambiando de aspecto; se van espiritualizando. ¿Qué más da pasarlo un poco mejor o peor en este mundo?


Ahora le pedimos a Dios en nuestro diálogo con El aumento en su amor, transformación en su imagen, purificación de nuestro egoísmo. Sobre todo, que tome posesión de todo nuestro ser, inteligencia y voluntad.

Y, Señor, si decaemos en nuestro propósito de amor, danos tu ayuda y aliento para volver a empezar. Cada una de nuestras debilidades sea ocasión de nuevos actos de amor inquebrantable confianza en tu bondad. Queremos llegar a amarte como lo hicieron los mayores santos. Conserva en nuestra alma el deseo de la santidad ahora y hasta el fin de nuestra vida.

La experiencia me va enseñando un poco a aguantar a los que hacen sufrir, más que devolver mal por mal. Si Dios se ha fijado en mí, se tiene que notar en mi comportamiento hacia los demás. En renunciar a la venganza, en estar siempre un poco en suave tensión para no permanecer con cara larga cuando las cosas salen mal.

Me parece que si los hijos de Dios conociéramos y gustásemos de ese amor divino, ¡el Dios hecho hombre por nosotros!, nos entregaríamos a El por completo y pretenderíamos llevar a El a todos los hombres. Para ello actualizar en todo momento la fe y el amor divino. Servirle a Dios por El mismo. Y agradecerle que precisamente este amor va a ser el gozo eterno nuestro. Eso será nuestro honor y nuestra corona.

Escuchaba en plan de hacer oración la meditación de un amigo mío sacerdote, el P.Beltrán, sobre el pecado. A veces siento gran pena de no haber amado como es debido al Amor. Y lo siento también porque no es amado en el mundo.

Agnósticos e indiferentes llaman trauma a este sentido de culpa que nos causa el pecado. ¡Bendito trauma, diré con Beltrán! Más trauma es no sentir ningún dolor por los pecados propios y ajenos. ¡Qué saludable es la compunción del corazón! Pena serena y confiada; segura del perdón.
El cura de Ars, postrado en el suelo solía decir al Señor:

¡Perdón; misericordia! Y es que el amor perdona todo.
Buscar el amor de Dios, perdonar las injurias, mantener el sentido del pecado: he aquí unos criterios cristianos que, como almas consagradas, hemos de mantener siempre en nuestra cesta de grandes valores.
JOSE MARIA LORENZO
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