Camino de la libertad

Me decidí a adquirir la obra “El camino de la libertad”. Comencé con el libro titulado “La meditación”. Aquello me pareció extraordinario no solo por su novedad, sino también por su contenido. Las teorías orientales de pacificación interior adaptadas a nuestra sensibilidad. Empecé a practicar sin prisas aquello que iba leyendo. Advertía en mí una mayor serenidad y unas perspectivas de ir transformando a largo plazo mi vida. Mi entusiasmo era tranquilo y muy grande. Desde hacía mucho tiempo, mi búsqueda andaba por estos derroteros. Mi vida espiritual renace cual nueva primavera, después de prolongado invierno. Primavera que vislumbro será muy larga, todo el otoño de mi existencia terrena, sin prisa de llegar al estío de mi vida espiritual. El tiempo fecundará toda mi vida interior en una eternidad sin fin.



Comencé a repetir en sesiones cortas, centrada toda mi atención en una frase, el mantra: “Señor, Tú eres nuestro refugio de generación en generación”. Un año entero sin ansia de pasar adelante. Comienzo a encontrar mi reposo en el Señor que me protege “bajo la sombra de sus alas”. “Mejor es un día pasado en tu morada que mil fuera de ella”. Frases que hasta ahora para mí pasaban inadvertidas, llego a admirarlas en una dimensión de profundidad insospechada. Este amigo mí me ha ayudado mucho a profundizar en las palabras. Ha sido como el comienzo de la contemplación. Se presentan ante mí campos de tranquila exploración; barrunto que nunca llegaré al final.

Las prisas tan típicas de mi persona han de ir poco a poco desapareciendo. Mas el trabajo y los logros serán muy lentos. Ni a los noventa años llegaría a ver la meta, pero el itinerario ha de ser apasionante y lleno de gozosa paz. Mi deseo firme es no volver atrás en este camino iniciado.

Toda sesión ha de comenzar por el acto de respiración controlada y relajación. Tiene total importancia disponer así el cuerpo para lograr el sosiego mental y afectivo. Pero hay más. He descubierto por mí mismo, ayudado del “guru” la inmensa renovación interior que existe en mi espíritu. La pacificación total interior será larga, mas sin los agobios de objetivos fijos a conseguir en tiempo prefijado. La perfección total la hallaré en Él, cuando llegue el abrazo eterno.


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