Hogar, dulce hogar: pero no termina todo con ser amable en casa. Ahí nos entrenamos, pero fuera vamos a practicar nuestro don de gentes.
Voy observando en los últimos años que cada vez se encuentra uno con mejores profesionales. Está desapareciendo afortunadamente el funcionario que te daba un ventanillazo con las clásicas y tristes palabras: "Vuelva usted mañana". Y es que quien ha de pasar todo el día encerrado en un archivo puede permitirse el "gustazo" de mostrar cara hosca a los libros; pero quienes desarrollan su actividad al lado de otras personas han de mostrar siempre buen carácter e incluso jovialidad.
Si por razón de tu profesión has de tratar con alumnos, enfermos, viajeros y cualquier clase de personas a quienes has de prestar un servicio, tu deber de creyente católico es atenderlos como a Cristo. Nada de descaros, palabras bruscas o impertinencias; mirar en cada uno al mismo Jesús. Lo que el prójimo hacemos, a Él se lo hacemos.
No resulta siempre corriente ser atendido con bondad por ser persona. Felicité en cierta ocasión a una señora empleada en un departamento público; eran los tiempos en que funcionario y antipatía eran casi sinónimos. Hoy ha cambiado bastante el panorama afortunadamente. Pues bien, he aquí lo que expresé a aquella señorita:
Muchas veces vengo acercándome a despachos públicos; ésta
ha sido la única en la que me han atendido con interés, con calor, preocupándose por mi problema y con ganas de ayudar. Muchas gracias.
Me enteré más delante de que aquella chica a todos atendía así. Parece que ejemplos como éste van creando ambiente.
Con frecuencia nuestras frustraciones y disgustos los pagamos con las personas que acuden a nuestro despacho o con los alumnos de nuestras aulas. Es hora de levantarnos de nuestra modorra espiritual y prestar nuestro servicio con amistad. "Que cada uno lleve las cargas de los otros y así cumpliremos la ley de Cristo". Es muy cómodo vivir despreocupados de los problemas y dificultades del prójimo, pero eso no es vivir en cristiano. Del amor que nos profesamos en la familia hemos de sacar fuerza para amar a nuestros semejantes, sobre todo a los más débiles.
¿Desahogo O Crítica?
Está bien que llevemos nuestros problemas al esposo, padre o madre para desahogarnos. Una humillación, desprecio o injusticia quedan compensadas por el consuelo al ponerlas junto a la persona amada. Ella nos acepta, comprende, compadece y ayuda a luchar. El peligro estriba en hacer de la confidencia una crítica continuada. Resultaría estéril y perjudicial, almacén de resentimientos y escuela de desamor.
José María Lorenzo Amelibia
Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com
Mi blog: http://blogs.periodistadigital.com/secularizados.php
Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari Lorenzo Amelibia
Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2