Cuando llega el Papa Francisco, todo son esperanzas de renovación. Por supuesto que también nosotros. Llevo pensando e investigando durante cuarenta y cinco años sobre el problema eclesial de la secularización de los sacerdotes. Mis conclusiones son estas:
1.- No ha habido coherencia dogmática entre el dogma y la praxis. La ortodoxia es perfecta en la Iglesia. La ortopraxis una vez más se ha vulnerado en este caso, al impedir de por vida el ejercicio ministerial a quienes han sido ordenados sacerdotes. El uso de un sacramento se ha impedido. La réplica a esto diciendo que ha sido libre la petición por parte del orador es falaz. Se ve claro.
2.- La sangría en el último tercio del siglo XX ha sido terrible. Se han perdido por aferrarse a una ley obsoleta, cien mil vocaciones.
3. Urge cambiar la legislación eclesiástica sobre el celibato, en el sentido de potenciar la virginidad en los sacerdotes, pero que sea opcional.
4.- Esto último no se puede lograr de repente. La solución iría posiblemente en este orden: ordenar a los diáconos casados que lo deseen; readmitir a los secularizados que lleven más de cinco años casados y tengan trabajo remunerado; ordenación de hombres casados en países donde no dice nada el celibato. Por último, tal vez dentro de bastantes años, celibato opcional de los sacerdotes.
5.- En todos los casos, quitar la cláusula de impedir contraer segundas nupcias a quienes hayan enviudado.
José María Lorenzo Amelibia
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