DIÁLOGO CON MI NIETA LAIRA

Asociación de Sacerdotes Secularizados ASCE

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DIÁLOGO CON MI NIETA LAIRA

San Miguel de Estella

          Cuando te contemplo, mi pequeña LAIRA, pacíficamente dormida en el capazo, pero temiendo que te despiertes guerrera, afluyen a mi memoria recuerdos de decisiones que han hecho posible tu vida.

             Admiro con sentimiento entrañable de abuelo primerizo tus delicadas facciones de muñeca: boquita de piñón, nariz un poco respingona, mofletes sonrosados, graciosos michelines en brazos y piernas.... no me lo puedo creer que esta maravilla humana al menos en su mitad proceda de mi estirpe.

             Porque desde los 12 años me aseguraron y siguieron haciéndolo  durante toda mi adolescencia y juventud  que había sido elegido por Dios para representarlo y para tener poderes divinos sobre los humanos en este pequeño mundo de manera que con su simple aplicación les regalaba un billete  con destino  derechito al Cielo y eternamente. Casi nada. ¡Qué suerte!

             Pero, en aras a este objetivo tan sublime, tenía que renunciar a tener una compañera y por tanto a tener descendencia biológica alguna. En una palabra, LAIRA, Dios me había colocado en el Paraíso Terrenal y como precio a pagar por mi parte,  me había prohibido terminantemente probar la fruta de un manzano que se llamaba mujer o esposa.

             (En estos momentos LAIRA empieza a dar muestras de desasosiego moviéndose en el capazo como si captara por intuición mis reflexiones sesudas y se preguntara: ¿entonces de dónde he salido yo?).

             Antes de que puedas preguntármelo, te lo cuento y lo que no entiendas ahora, te lo explicaré, o te lo explicarán, cuando seas mayor

             Yo, sacralizado y autodivinizado, me lo creí y me elevé en un globo sobrevolando la parda tierra, con  altura de miras, trabajando en 3 pequeñas parroquias rurales durante 17 años.

             No me rrepiento de ello, fui feliz durante esa etapa de mi vida joven, superando por sublimación, el vacío existencial que sentía en mi interior. Trabajé muy a gusto con los niños, orienté a muchos jóvenes, aconsejé a los mayores, ayudé a los pobres, encontré trabajo para muchos, me entregué a los demás.....y también deje de hacer muchas cosas buenas.

            (LAIRA rompe a llorar desconsoladamente. Empieza la guerra).

             Calma, LAIRA, calma, porque mi globo se fue desinflando  e inició  paulatinamente un descenso hasta tomar contacto con  la tierra, en concreto con la mujer.

             Porque Dios había dicho al principio de la creación que no está bien el hombre sólo y creó la mujer como su compañera inseparable en el Génesis.

Yo empecé a pensar que no eran incompatibles ambas vocaciones: la de formar una familia con una esposa y la de predicar el Evangelio con mi palabra y mi testimonio, como lo autorizó el mismo JESÚS entre sus apóstoles, pero el Derecho Canónico ordenaba su incompatibilidad aquí y ahora, aunque en otros siglos y actualmente en otros lugares está permitido.

             Como si Dios hubiera trazado arbitraria y caprichosamente  una línea divisoria entre Turquía, Rusia y el resto de Europa y hubiera ordenado de aquí para acá  celibato obligatorio  y para allá opcional.

 Para reforzar mi decisión, casi toda la Jerarquía de la Iglesia Europea, encasquetándose férreamente las tiaras y mitras hasta más debajo de las orejas, para no ver, ni oír, ni oler los signos de los tiempos, volvió a apretar la tuerca de su autoritarismo y dictadura dogmática y moral, anulando las nuevas orientaciones del Concilio Vaticano, basadas en el Evangelio, en  las que yo había puesto grandes esperanzas de cambio.

¿Por qué otros, por muy  santones y místicos que fueran, iban a decidir lo que DIOS quería hacer de mí y de mi destino?.

Para resolver éticamente este problema me tuve que guiar por el Evangelio y, al volverlo a leer detenidamente comprobé que Jesús de Nazaret no impuso el celibato como requisito indispensable para la ordenación de los Apóstoles que casi todos estaban casados e incluso el primer Papa, S. Pedro, el único elegido por Jesús estaba casado.

Nada extraña que cuando S.Pablo aconseja a Timoteo para la elección de los Obispos incluye el requisito de que esté casado, entre otros.

            Y en el Antiguo Testamento- Talmud, Zohar , 1,55 b se aconsejaba el matrimonio porque :” Quién no tiene mujer no es un hombre, es un medio hombre, sin alegría, sin bendición, sin defensas ante la concupiscencia, sin paz….”

(LAIRA deja de llorar y me mira con sus preciosos ojos azules, muy atenta e interesada).

            Hacía falta mucha humildad para rebajarse del pedestal y para soportar con mis feligreses, que tanto quería, su desconcierto, espoleado por una ofensiva furibunda y hasta calumniosa, orquestada y dirigida pública y privadamente  por miembros envidiosos de la clerecía más reaccionaria.

            Ante este dilema, opté por lo primero y Dios me regaló a tu abuela ANA, guapa, joven y excelente compañera (hubiera sido un desaire y desprecio a Dios no aceptar su oferta de regalo) y, fruto de nuestro  amor,  nacieron tres hijos, que son todo mi orgullo: Tu mamá NOEMÍ y tus tíos RUBÉN Y DAVID.

            Llegados a este punto, tengo que decirte, mi pequeña LAIRA, que estimo y aprecio profundamente a casi todos mis excompañeros que siguieron al pié del cañón y siguen aguantando su vela con dignidad porque tienen el carisma del celibato o se resignaron a ello en esta época anticlerical y despreciadora de los enormes valores que aquellos tienen y difunden.

            Y del amor entre NOEMÍ y tu papá MIGUEL has nacido tú, revolucionando, otra vez, nuestras vidas y llenándolas de sentido y de ternura.

             En este momento, LAIRA, que tiene tres meses, me dedica una amplía sonrisa de oreja a oreja,  emite gorjeos y anjos alegres, lo mejor de su repertorio, con cuya expresión comprendo que me está diciendo:

            ¡Bien, abuelo, bien!.

             Y después, guiñándome un ojo picarón, parece aplaudirme, gritando:

             ¡Olé, tus co..ones!.

            Y esto me enternece y rejuvenece, pero tengo que advertirte LAIRA, que la próxima vez, aprendas a pronunciar bien la “J” con la “O” y que seas siempre bien hablada, ¡cojones!.

            Tu abuelo.

            Jesús Azanza Imaz

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