¿¡Debilidades humanas!?

 Enfermos y debilidad

¿¡Debilidades humanas!?

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¿Debilidad?

 En nuestras reflexiones desde la debilidad hacemos hincapié en la enfermedad, minusvalía, ancianidad, incluso en nuestra dificultad tan enorme cuando tratamos de formación y vida interior. Pero, ¡qué pocas veces nos acordamos de nuestras “debilidades humanas”. Tal vez porque quien nos mira las aprecie como maldad, crueldad, mal carácter, prepotencia. ¿Quién tendrá razón? ¿El observador extraño? ¿Nosotros con la mirada misericordiosa hacia nuestra manera de proceder? Por supuesto que actos extremos de inmoralidad, de soberbia, ambición o ansia de poder no podemos juzgarlos de ninguna manera como “debilidades humanas”. A cada cosa su nombre, serán gravísimos pecados de soberbia, lujuria o ira. Delitos en lo civil.

 En los poderosos sí hay también debilidades que resultan ridículas y absurdas. A muchos encanta llegar al poder, a la fama, estar en el candelero en política, deportes o lo que sea. ¡Ser célebres! Me parece chocante este afán de ser el centro de la atención y luego disgustarse por la pérdida de privacidad, sin admitir que se trata de pagar tributo a esa fama tan deseada.

 La gente famosa logra escalas prohibidas a los humanos de a pie. Nosotros ni siquiera soñamos en tales dignidades y aclamaciones. Lo mismo decimos de los ricos; la fama también acompaña a las grandes fortunas. Cuando se trata de honores, bienvenidos sean; pero ¡ay Dios mío si se viola su intimidad, ponen el grito en el cielo!

 Con facilidad los prepotentes olvidan e ignoran al menesteroso. ¡Debilidades humanas! Tranquilizan su conciencia con algún donativo ostentoso. Y se acabó. ¡Debilidades humanas! Pero es necesario abrir los ojos, reflexionar, no vivir en olor de multitudes y olvidar al pobre, indigente y enfermo. ¿Quién más popular que Jesucristo, y aunque se escondía cuando querían hacerlo rey, nunca olvidó a los necesitados y dolientes? Y existen santos encumbrados, pero a la vez con los ojos bien abiertos al pobre o necesitado. Me viene ahora el recuerdo del Marqués de Comillas, del Rey Balduino… la Historia también está llena de buenos ejemplos, de grandes dignatarios con los ojos bien abiertos a su rededor.

  José María Lorenzo Amelibia  

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