Haced más creíble la Iglesia, queridos jerarcas

Quienes disfrutamos de una buena formación religiosa no solemos tener problema para seguir creyendo a pesar de las rarezas, excentricidades, abusos de autoridad e injusticias de algunos o muchos que mandan o dirigen la Iglesia. Aunque tampoco somos invulnerables.
Hay personas no bautizadas, o no bien formadas, que aborrecen la fe católica a causa de malos ejemplos, intransigencias, arbitrariedades de obispos y superiores de curia o religión. Y esto debiera ser causa de reflexión para todos los jerarcas.
Creo que debieran encargar a algún cura o seglar de su confianza para que con cariño les vigile y les llame la atención de cuanto, a juicio de ellos, hacen mal. Y que sepan que son sinceros y se lo van a decir. También debieran pedir por favor a algún amigo – seglar o cura – aficionado a internet, que mire los blogs y mire las críticas constructivas sobre ellos. Podrían así lograr con humildad corregirse.
Recuerdo ahora algunos casos de jerarcas – y como siempre no pongo nombres – que se extralimitan en sus poderes y obran con prepotencia. Como el obispo que despidió a su monguillo por ser melenudo, el que llamaba a sus curas vestidos de seglar y no de tirilla, camioneros. El que decía a uno de sus curas: “No me gusta cómo eres”. El que amenazaba con posar su báculo sobre otro cura que le decía cuatro verdades desagradables. El que tuvo que acudir al juzgado, acusado por un sacerdote de su jurisdicción de abuso de autoridad: perdió el primer juicio, y después ganó. Pero el hecho, ahí está.
Hoy se sabe cuando un obispo es un dominante y a nadie engaña; y corre de boca el boca el mal proceder del mismo. Debieran pensarlo dos veces antes de obrar, porque la opinión pública todo lo juzga.
Me pareció muy doloroso y escandaloso cuando me enteré de que un obispo había puesto abogado a un párroco, para que una feligresa suya fuera denunciada porque esta señora previamente había denunciado al cura ante el obispo. No sé en qué paró el asunto, pero me dolió. Porque me enteré de que aquella feligresa, hasta entonces ferviente, estaba pensando en apostatar.
Obispos, pensad bien en cómo obráis. Tened cuidado. Sed personas buenas, tolerantes, fuertes contra la herejía, pero no inquisidores. Sed muy buenos y haced que la Iglesia por vuestra parte se más creíble. Y otra cosa que molesta es el arribismo de los obispos, para crecer en el escalafón.
Molesta a los seglares y los escandaliza. Incordia asimismo verlos estirados, prepotentes, distantes. En vuestras manos está que os admiren por vuestra bondad, mansedumbre, amor a los necesitados y fomento de la amistad dentro del clero.
José María Lorenzo Amelibia
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