Una Iglesia con más celo por la salvación de las almas
Deseo la Iglesia de la oveja perdida. Una Iglesia que busca al hermano perdido, lo deja todo y sale en su búsqueda, y cuando lo encuentra y regresan… hay fiesta y no recelos.
Deseo una Iglesia llena de celo por la salvación de las almas: menos encuestas y más labor. Que los curas, en lugar de tantas reuniones marchen por las casas, previo aviso concertado, a visitar a la gente distante y ofrecerles el plan de salvación; que también vayan así los seglares. De dos en dos, como los apóstoles. Debiera caérsenos la cara de vergüenza al ver a gente de secta con este amor por la salvación de las almas, mientras nuestros obispos, nuestros curas, nuestros seglares cualificados, nuestros religiosos, se escabullen entre papeles.
Que dejen la burocracia para seglares ancianos, sin fuerza para bregar, que organicen de otro modo la pastoral. ¡Pero qué va! Es más fácil y cómodo el estatus de funcionario; escribir partidas, hacer estadísticas o una base de datos en el ordenador.
Deseo una Iglesia del estanque de Betesda, que empuja al indeciso, que en “se moja las manos, los pies y el corazón” por el hermano y, juntos, se bañan en la aguas salvadoras de Jesús.
Deseo la Iglesia del joven que ofrece los cinco panes y dos peces, la de los pequeños grandes detalles, la del catequista que ha estado toda la noche sin dormir, porque sabe que Dios le va a prestar su voz …
Deseo la Iglesia de los discípulos de Emaús. Una Iglesia que reconoce al Maestro al partir el pan… con fe profunda, sin rutinas… sale de las Eucaristías con el fervor de los santos y mártires.
Deseo la Iglesia del ladrón arrepentido. Una la Iglesia que abre sus puertas cuando todos los demás las cierran. Y no que cierra las puertas de los templos mientras se abren todas las demás y mantiene a Jesús Eucaristía encerrado sin que nadie le visite.
Deseo una Iglesia manchada por el barro de aquel que se agacha para levantar al hermano caído; o de aquellos – como Vicente Ferrer – tan ignorado por la jerarquía, que consumieron su vida para lograr el desarrollo y bienestar humano de las personas
Dos trabajos con la colaboración de José María Escudero.
José María Lorenzo Amelibia
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