Para obispos y todos los demás. LXI RUMOS ÚLTIMOS RECUERDOS

La vida de un cristiano, sacerdote, padre y abuelo

 Testimonio humano - espiritual de un sacerdote casado.

Autobiografía

LXI RUMOS ÚLTIMOS RECUERDOS

UNA CORAZONADA MAS: Hacía tiempo que no veía a Aseguinolaza, el antiguo compañero del seminario a quien aprecié siempre. Corría fama de que no asistía apenas a reuniones, ni tenía trato con ninguno del curso. Le llamé a predicar a mi parroquia. Creo que agradeció que alguien se acordara de él. En el Seminario era de los que "prometían". Se ha encerrado en su txoko como la crisálida en el capullo. Y vale mucho. ¿Por qué no sabrán descubrir los dirigentes estos valores ocultos?

ruta

Roncal

Don Juan Ollo, revestido de ornamentos "canongiles", delegado del Arzobispo que se encontraba en el Concilio Vaticano II, practicó la visita pastoral a mi parroquia con el mismo esplendor triunfante de siempre. En mis doce años de ministerio no me ha cabido la "suerte" de recibir a un prelado en mi casa. Ollo hizo sus veces. Se balanceaba "ceremoniosamente" nuestro Vicario durante el responso con ritmo de péndulo humano poco estético. Las velas de la iglesia se doblaron reverentes hasta apoyar su cabeza sobre el mantel. ¡Qué calor el de aquella mañana de mayo! Pasó rápido por el despacho el Doctor eclesiástico; firmó los libros todo campechano; fumó un cigarrillo y voló con su mensaje a otra parte.

El Concilio. Lo seguía yo con pasión. Me suscribí a "La Gaceta del Norte" que diariamente editaba reportajes del aula conciliar. El tema que me interesaba, el celibato sacerdotal, se lo reservó el Pontífice Supremo. La misma decisión adoptó respecto al control de la natalidad. Pablo VI decididamente se cerraba; y me parece que sufrió por la decisión de su predecesor.

Las procesiones tradicionales tenía que realizarlas por triplicado, porque tres eran mis pueblos. Por esta causa decidí reducir el trayecto del recorrido en Rumos, a fin de ganar tiempo. Los muy cazurros no me avisan nada, no manifiestan una queja, se enfadan porque no recorren las calles de rigor, y se resuelven varios mozos y hombres a regresar al templo con la imagen en el momento en que cambio de trayectoria. Lanzan cohetes en el atrio y arman un desorden público - religioso.

Al día siguiente en el rosario la iglesia se encontraba llena como nunca. Esperaban que me desfogase y les reprendiera duramente por la gamberrada del día anterior. Callé. Ni una alusión. Se quedaron desconcertados. Nueve meses más tarde, en una plática a matrimonios sobre temas de educación, les dije: - Dios nos ha dado la lengua para entendernos. Los animales no gozan de este hermoso don, y obran en consecuencia. Me refiero ahora al incidente de la procesión de la Virgen de mayo... Creo que tenemos suficiente confianza como para poder dialogar. Sabéis que debo atender a tres pueblos... " Sin ira, los meses en reposo hicieron que mi intervención fuera la adecuada. Mas pienso ahora que todo se podía haber evitado si yo hubiese dado esta explicación cuando decidí variar el recorrido. No supe prever las reacciones.

Todos los años acudían Concha y Mari Lourdes. Con entrega fraternal sacaba a mi hermana enferma en el coche por todos los lugares bellos de la zona.

En la parroquia de San Juan de Estella prediqué un año en la fiesta del titular. Creo que ha sido la única vez que he perorado en aquel templo de tan gratos recuerdos. Decididamente don Miguel Sola no me favoreció. Es triste tomar cariño a personas demasiado buenas. Puede uno pensar que es de los amigos predilectos, pero a la hora de la verdad, se encuentra uno marginado por ellos, a no ser en caso de grave necesidad. A otros invitaba con frecuencia don Miguel a actividades pastorales en su parroquia; a mí, aquella vez de mero cumplimiento.

Llegó la hora de abandonar mi Segundo Valle. Aquellos pueblos habían recibido mi juventud sacerdotal. En ellos enterré las crisis más profundas de mi vida. Nunca dejé la oración. ¡Cuántas horas arrodillado ante el Sagrario o sentado en el confesonario! Pero llegué a sentir la tentación de duda sobre el valor de la oración; no había conseguido lo que al Padre con tanta insistencia pedí: la alegría de la entrega; la fidelidad total a El. Mas Dios escribe derecho con líneas torcidas. Los caminos del Señor no son los senderos de los hombres. Creo en su Providencia. Creo que El me ha ido guiando por caminos muy distintos de los que a mí me parecían los mejores.

Allí quedaría el torreón de Alamarro desafiando el tiempo. Recuerdo que una noche oscura, con el alma en mayores tinieblas que la noche, me encontraba en aquel campanario mirando el abismo negro que se cernía a mis pies. Por mi imaginación corrían turbios pensamientos, acariciando la idea de arrojarme en un salto eterno. La fe me libró de aquella tragedia sin remedio. Allí quedaría a carretera culebreando a la orilla del río hasta la estación del tren; allí quedaría la nueva joven maestra atendiendo a mis niños, los amigos predilectos del lugar. Allí quedarían, para poco tiempo, pues se acercaban al altar, mis seminaristas mayores.

Marchaba con la convicción de que mi celibato no sería definitivo. Este pensamiento me daba paz. Se acabaron las angustias terribles de "célibe hasta la muerte". Pedí traslado. Siempre he pensado que un sacerdote en unos pueblos pequeños no debiera permanecer más de cinco años. En ellos les ha dado todo lo mejor de sí mismo. El excesivo tiempo en estos lugarejos llega a adormecer los más nobles ideales. La gente termina por cansarse. Conviene renovar los pastores y renovarse a sí mismo.

Avisé en el obispado que si quedaba vacante un pueblo cercano a Estella, me lo ofrecieran, Prisa ahora no tenía en cambiar. Pocos meses después, me brindaron Loroño o Bargota, a elegir. Me decidí por el primero, sin dudarlo, a menos de cincuenta Kms. De Pamplona. Aunque la dificultad económica, por no tener segundo servicio, ofrecía inconvenientes, para mí valía la pena el traslado.

Conservo el esquema del sermón de despedida: - No quiero una despedida rutinaria. Prefiero hacer un balance de estos años que he permanecido entre vosotros. Virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, he observado, al menos, en momentos extremos. Blasfemia, cada vez menos. Se va superando el ambiente. Misa dominical, bien. Cada vez mejor participada. Descanso festivo, regular. La educación religiosa de los hijos, algo descuidada. Hemos vivido en paz y armonía. - Defectos: poca estima al sacerdote. Os gusta tenerlo, pero no favorecéis su subsistencia. Os confesáis poco: no sobrepaso la docena de absoluciones mensuales que imparto a personas mayores. A pesar de todo, he permanecido en la sede penitencial hora y media diaria. La espera a los penitentes no resultaba baldía; hablaba con Dios en la oración; leía libros espirituales.

Muy pocos días antes de partir definitivamente, marchaba solo en el coche. Amaya caminaba a pie hacia la estación del tren. Paré y subió ella. - ¿Sigues con el novio? - Lo he dejado. La encontré con mucha reserva a pesar de que nos saludábamos. - Yo sigo enamorado. Me he esforzado, mas no he conseguido olvidar. Te puedo decir que existe una posibilidad. Pidiendo dispensa, permiten el matrimonio a los sacerdotes. - ¿Sí? No lo sabía. Habló poco. Parecía serena. ¿Quién sabe lo que le habría ocurrido en el alma durante aquellos tres años? - He terminado la carrera de magisterio. Seguiré trabajando como sacerdote con ilusión. Al menos tengo ahora las puertas abiertas. - Yo no sé qué pienso. Me gusta el matrimonio. Por otra parte al ver tanta dificultad, me asusto.

De un modo sencillo. Sin despedidas oficiales, sin ningún mensaje, tomé el pequeño coche con mi madre. Finaliza octubre. El paisaje se tiñe de policromía otoñal. Humean las chimeneas. Luce el sol. Algunas mujeres curiosas se asoman a la ventana. Los niños estudian en la escuela. No lloro como en la despedida de mi primer pueblo. Me siento ya hombre. He madurado "en este valle de lágrimas". Y me encuentro más joven que cuando vine. ¡Señor, llena de alegría mi juventud!

Publico en pequeñas entregas la verdadera historia de mi vida de cristiano, sacerdote, padre y abuelo. Por razones obvias son supuestos los nombres geográficos de mis lugares de adulto. A muchos puede interesar.

José María Lorenzo Amelibia


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