Conviene vigilar cómo es nuestra caridad. Yo me lo suelo preguntar a menudo. Y no puedo decir que funciono bien en este sentido, si amo a quien me favorece y aborrezco en el fuero interno a los antipáticos o a quienes riman menos con mi manera de ser. ¿Ya llevo las cargas de mis semejantes con parecida preocupación a las mías? Porque el amor ha de ser no sólo de palabra. Vamos a acostumbrarnos a examinarnos de nuestra caridad, en concreto. A mí me resulta más fácil amar a Dios. No es raro. Al fin y al cabo, El no está cerca, como el vecino incordiante. Pero hemos de superar estas tendencias.
Por otra parte, cada vez me parece más breve la vida. Aunque me quedaran 50 años por delate, me parecería extremadamente corta. Serían menos de los ya vividos. ¿Cuánto nos queda realmente?
Hemos de aprovechar el tiempo, sobre todo amando. Pero no en un plan quejumbroso y triste.
No. Nos ha tocado la mejor lotería posible: la existencia. Si entre 1000 se sorteara una fortuna y nos tocara a ti y a mí, ¡qué suerte! ¡Cómo le vamos a agradecer a Dios que nos haya elegido entre millones de seres posibles! Porque, a pesar de ser breve la vida, nos ha escogido Dios para ser felices con Él durante toda la eternidad.
¡Nos ha creado para la bienaventuranza eterna! Merece la pena aprovechar estos pocos años que nos faltan (¿serán años o tal vez menos?).
José María Lorenzo Amelibia
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