A nuestros Obispos queridos: Necesitamos obispos santos, de la talla de los Apóstoles. Sé que no está en nuestras manos el conseguirlo; y, por supuesto, tenemos que invocar al Dios de la misericordia que nos los envíe. Diagnosticar el mal que corroe nuestra vida cristiana no resulta difícil.
Afirmar que en el siglo XXI hemos de valernos con doscientos cincuenta sacerdotes para las necesidades espirituales de una diócesis que hoy tiene alrededor de mil, es evidente en lo humano. Pero no nos parece correcto entregar la responsabilidad a los cristianos de a pie - así parece hacerlo el Arzobispo - para que ellos hagan la labor de evangelización, sin involucrar ante todo a sacerdotes y almas consagradas.
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