San Guillermo Fitzherbert, obispo de York
†: 1154 Memoria, 8 de junio
Se trata de un episcopado azaroso y muy curioso
Guillermo Fitzherbert, conocido también como Guillermo de Thwayt, fue, según se afirma, el hijo de una hermanastra del rey Esteban, llamada Emma y del conde Herbert, tesorero de Enrique I.
Desde su temprana juventud, se dice, Guillermo fue nombrado tesorero de la iglesia de York. Al parecer, en su trabajo fue un tanto indolente, pero en lo personal era simpático y gozaba de una gran popularidad, por lo cual, en 1140, a la muerte del arzobispo Thurston, de York, se le eligió para ocupar el puesto vacante.
Acusaban a Guillermo de simonía, de faltas a la castidad y de haberse valido de una indebida influencia por parte del rey. Esteban lo invistió con los poderes temporales de la sede, pero Teobaldo, el arzobispo de Canterbury, no se atrevió a consagrarlo; las partes en disputa llevaron el caso a Roma.
Guillermo Fitzherbert, al fin, pudo dar las satisfacciones pedidas por Enrique de Winchester, quien lo consagró debidamente.
Los clérigos y el pueblo de York le dieron una calurosa bienvenida, y gobernó su diócesis relativamente bien, con la preocupación principal de mantener la paz entre sus fieles, sin que por ello fuese capaz de conservarla para sí.
Sus opositores no habían perdido de vista la oportunidad de combatirlo, y Guillermo, como dice un cronista, por sus principios de no pensar mal de los demás, cometió un error del que inmediatamente se valieron sus enemigos. No hizo ningún arreglo para recibir el palio que el Papa Lucio II le había enviado por manos de su delegado, el cardenal Imar de Tusculum.
El nuevo Papa, Eugenio III, pertenecía al Cister y se hallaba enteramente bajo la influencia de san Bernardo de Clairvaux, quien siempre había apoyado vigorosamente la causa de los opositores de Guillermo. Así, a pesar de que la mayoría de los cardenales estaban en su favor, Guillermo fue suspendido, en base a que el obispo de Durham no había tomado el juramento prescrito por Inocencio II.
Después de aquel veredicto, el suspendido arzobispo de York se acogió a la hospitalidad de su pariente, el rey Rogelio de Sicilia.
El Papa lo depuso. Inmediatamente después, Enrique Murdac fue designado arzobispo de York en su lugar. Al regresar a Inglaterra, Guillermo se refugió en la casa de su tío, Enrique de Winchester, quien le trató con todos los honores; pero el infortunio había regenerado al prelado depuesto. A partir de entonces, despreció el lujo y la riqueza a que estaba acostumbrado y decidió llevar una austera vida de penitencia en el monasterio de la catedral. Así permaneció en Winchester durante seis años.
Posteriormente, en el año 1153, murieron en un lapso de tres meses, el Papa Eugenio, San Bernardo y Enrique Murdac. Inmediatamente, Guillermo se fue a Roma para suplicar al Papa Anastasio IV que le devolviese la sede. El Pontífice le otorgó la petición y además le confirió el palio antes de que regresara a Inglaterra.
En mayo de 1154, san Guillermo hizo su entrada en York entre las demostraciones jubilosas del pueblo. Por el peso de la multitud que se había congregado para darle la bienvenida, se rompió el puente de madera sobre el Ouse, y mucha gente cayó al río. En vista de que todas las víctimas del accidente fueron rescatadas sin haber sufrido el menor daño, se proclamó que el hecho había sido un milagro obrado por las oraciones del restablecido arzobispo. Guillermo no demostró ningún resentimiento contra sus adversarios.
Hacía apenas un mes que estaba de regreso en York, cuando le atacaron fortísimos dolores después de celebrar una misa y, en pocos días, el 8 de junio, murió. El nuevo archidiácono de York, llamado Osberto, debió comparecer ante el tribunal del rey, acusado de haber suministrado veneno al arzobispo.
En 1284, el cuerpo de san Guillermo fue trasladado desde una capilla a la nave central de la catedral. El Papa, Honorio III canonizó a san Guillermo en 1227, luego de hacer una detenida investigación de las mil y una maravillas que, supuestamente, se han producido en su tumba. fuente: «Vidas de los santos», Alban Butler
José María Lorenzo Amelibia
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