PASCUA DE DE RESURRECCIÓN 31 MARZO 2013

Alegría pascual con María, la madre de Jesús, y con la Magdalena, la convertida y gran amante mística de Cristo. Nos alegramos contigo, Virgen María, porque tú, la más hermosa entre las mujeres, te has encontrado con el Hijo más amado, el que nació de ti por obra y gracia del Espíritu Santo. ¡Alégrate, María, y nos unimos al triunfo eterno, porque este Cristo resucitado se ha quedado para siempre con nosotros en todos lo Sagrarios del mundo. Él está por toda la eternidad en el Cielo, con su naturaleza divina por encima de todos los coros de ángeles. Y está aquí abajo con nosotros, gracias a su naturaleza humana, que resucitó para nunca jamás morir, y decidió acompañarnos para que siempre estemos felices, porque la Pascua Inmolada, aleluya, es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.


Nos llega al corazón dentro de la alegría pascual la evocación de la liturgia a María Magdalena: "Dinos, María, ¿qué has visto en el camino? El sepulcro de Cristo viviente y también la gloria del Resucitado.

Cuando comulgo en la Noche Santa y también los días siguientes, en nuestra gran cincuentena pascual, me uno al fervor de esta mujer, María, que, con solicitud y angustia amorosa, buscaba por todos los rincones a Jesús a quien creía muerto, pero su gozo fue total al verlo resucitado.

También es total nuestra alegría y esperanza, nuestra satisfacción y certidumbre; nuestra confianza en la salvación por la gracia y misericordia de Jesucristo. Por eso, aunque pasen los años y se acerque el declinar de nuestra existencia terrena, la paz del Resucitado nos penetra. Señor, contigo hemos vencido a la muerte.

¡Cristo ha resucitado: Es cierta nuestra fe!

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