Pacificarnos antes de orar

Necesitamos tiempo para pacificar nuestra alma en el momento de la oración. Aquellos preámbulos de los jesuitas llevan su eficacia. Es preciso crear un clima de sosiego y calma interior. Nos hará sensibles a la presencia divina. El actúa en la paz y engendra esa paz en el espíritu.


Hemos de convencernos: Dios nos busca, El nos habla. Nosotros respondemos a su llamada. Pero si estamos dispersos, seremos incapaces de escuchar su voz. ¿No te parece?

Por algo leemos en el Cántico: "Salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada." Hay que reconocerlo. La oración resulta aburrida para la mayoría de la gente. En los comienzos, la novedad, la conversión, produce una especie de consuelo. No resulta difícil empezar. Algunos comienzan cuarenta veces y luego lo dejan.

Otros, por un lado sienten la llamada de Dios a una oración más profunda; para muchos, cualquier obstáculo o pretexto quiebra sus propósitos de oración. La voluntad frágil rehuye someterse a la disciplina necesaria. Viene el abandono. Muchas veces me he aburrido en la oración y me he levantado del banco casi sin darme cuenta.

Ahora llevo un convencimiento total de lo necesario de la oración. Y si me siento cansado o aburrido le agradezco al Señor porque así le doy a entender que El merece la pena por encima de cualquier circunstancia desagradable que me pueda suceder.

Ver http://personales.jet.es/mistica
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http://www.opina2000.com
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