En torno a la Sacerdotalis Caelibatus
Igualmente ocurre con la “intensa vida espiritual” (n. 75)
Intimidad con Cristo, sentido de Iglesia, conocimiento de la Palabra de Dios, eucaristía, liturgia, devoción “tierna e iluminada” a la Virgen... “fuentes de una auténtica vida espiritual, única que da solidísimo fundamento a la observancia de la sagrada virginidad”. Estas fuentes comunes y propias de todo cristiano para vivir su vocación humana, cristiana y eclesial, se las apropian al clero y sólo para “observar la sagrada virginidad”.
Clericalismo, desenfoque del celibato y del propio ministerio. El ministro de la Iglesia debe encontrar su espiritualidad espefícica en el amor pastoral (PO 14), cuya fuente es el Espíritu Santo. Él nos actuó en la “ordenación”, y sigue soldando lo más íntimo de nuestro ser cristiano con la raíz determinante de nuestro quehacer, el amor del Padre manifestado en Cristo Jesús. El Espíritu unifica y totaliza la vida ministerial con el regalo de su amor pastoral. El consuelo y el gozo en el cuidado pastoral es fruto del Espíritu.
El celibato no es necesario asociarlo al ministerio. El celibato opcional es la única pastoral digna de la “vida sacerdotal”. Sólo en opción libre permanente puede ser fuente de alegría.
El espíritu del ministerio sacerdotal
“Con la gracia y la paz en el corazón, el sacerdote afrontará con magnanimidad las múltiples obligaciones de su vida y de su ministerio, encontrando en ellas, si las ejercita con fe y con celo, nuevas ocasiones de demostrar su total pertenencia a Cristo y a su Cuerpo místico por la santificación propia y de los demás. La caridad de Cristo que lo impulsa (2Cor 5, 14), le ayudará no a cohibir los mejores sentimientos de su ánimo, sino a volverlos más altos y sublimes en espíritu de consagración, a imitación de Cristo, el sumo Sacerdote que participó íntimamente en la vida de los hombres y los amó y sufrió por ellos (Heb 4, 15); a semejanza del apóstol Pablo, que participaba de las preocupaciones de todos (1Cor 9, 22; 2Cor 11, 29), para irradiar en el mundo la luz y la fuerza del evangelio de la gracia de Dios (Hch 20, 24)” (Sacerd. Caelib. n. 76).
Comparto este párrafo, con una salvedad: “los mejores sentimientos de su ánimo” no se “vuelven más altos y sublimes en espíritu de consagración, a imitación de Cristo”, por el celibato, como supone el texto. En celibato o en matrimonio “los mejores sentimientos” del alma “se vuelven más altos y sublimes” cuando están inspirados y movidos por el amor. Él es el don principal del Espíritu, que “consagra” y lleva a “imitar a Cristo”. El celibato por sí mismo ni consagra ni imita a Cristo.
“La controversia sobre el celibato” después del Vaticano II
(Comentarios a “Sacerdotalis Caelibatus”, de Pablo VI)
Rufo González en Religión Digital 2-8-15
José María Lorenzo Amelibia
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