EL RENCOR, UN PROBLEMA PATOLÓGICO

Un prestigioso padre predicador nos decía: "No seáis rencorosos. No os entretengáis pensando en los males que os han causado; perdonadlos e incluso procurad olvidar. Mientras el ofendido da vueltas al mal que ha recibido, el ofensor duerme a pierna suelta". Así suele ser. El diccionario define el rencor como un resentimiento arraigado y tenaz. Aun en el caso de que el sujeto que lo padece haya renunciado a la venganza, mientras le da vueltas al problema lo adhiere más y más en su ánimo, y se priva de una felicidad duradera.


El sentimiento de haber padecido una injusticia arraiga de tal manera en algunas mentes que apenas pueden prescindir de él. Se agarra al alma con fuerza de verdadera obsesión. Con relativa frecuencia coloca al sujeto en una situación casi alucinatoria. Y si está dominado por una soberbia narcisista, puede llegar a ser inmisericorde. El deseo de venganza contra el atacante a nuestro "yo" con frecuencia es de tal magnitud que constituye el "ideal negro" de una vida entera. Se ve la persona que lo padece como derrotada, como desnuda ante el mundo, y resulta ya imposible volver a la paz interior. Solo llegaría la calma tras una venganza imposible, porque debiera ser tan enorme que lograra borrar la derrota del pasado.

Es una fase muy penosa para quien la padece y peligrosa para el causante de nuestros males. No se acierta a perdonar. El "otro" - ahora es la víctima - nos atacó con engaño, tal vez abusando de la confianza en él depositada por nosotros. Nos humilló hasta el fondo, con alevosía y espíritu traidor, algo vergonzoso. Se alimenta entonces en nosotros una rabia fuera de toda compasión, y el rencor se enquista en el espíritu hasta el momento de la venganza, alimentado por una especie de desesperación.

Es necesario poner de una vez freno a un estado tan patológico y destructivo. El sujeto rencoroso necesita ser consciente de ello. Debe procurar dar un paso fuera del narcisismo en que se ve envuelto. Habría que comprender que incluso las víctimas pueden tener responsabilidad. Cada vez que damos beligerancia a la máquina del rencor resulta ya imparable. "El otro" es un ser humano que, sí, cayó tal vez en la deslealtad y la traición; es un ser débil en su propia humanidad. ¡Si él pudiera deshacer su entuerto, lo intentaría...!

Y junto a estos sentimientos racionales, pensar en el perdón de Jesús a sus enemigos, a quienes le crucificaron. "¡No saben lo que hacen!" Si un cristiano mira con frecuencia a la cruz y ve al perdonador y se siente él mismo perdonado, ¿va a continuar dando vueltas a los agravios y ofensas de aquellos que le hirieron?



José María Lorenzo Amelibia
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