Recuerdo mi canción a la Virgen

Enfermos y debilidad

Recuerdo mi canción a la Virgen

¿Conoces a alguien que aprecie el dolor? Yo a ninguno. Es más, cuando escuchamos que una persona se deleita con el sufrimiento propio, enseguida nos viene a la mente una palabra, masoquismo. A primera vista por lo menos nadie puede llegar a entender aprecio al dolor fuera de los casos patológicos. Y, sin embargo, algo bueno debe de tener el sufrimiento, cuando Cristo nos redimió por su pasión y muerte.

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Canción a la Virgen

 Recuerdo que en nuestra juventud cantábamos una preciosa melodía a la Virgen María en días de fiesta grande. A todos nos encantaba y todavía, después de cincuenta y más años, cuando nos reunimos varios compañeros, la entonamos en honor a la Señora. Una de sus estrofas decía así: “Concédenos aprecio al bendito dolor, y la humildad infunde en nuestro corazón”. Nunca llegaba yo a comprender este verso tan elemental. ¿Apreciar el dolor? ¡Pero si lo primero que hago cuando sufro es buscar remedio para extirpar el malestar corporal!

  A lo largo de mi vida le he dado muchas vueltas a este problema. He leído muchos libros de espiritualidad. Ninguno de ellos desprecia el dolor. Más aún nos dicen que hay dos tendencias tremendas que nos impiden avanzar en la vida interior, en nuestra relación con Dios: el ansia de placer y el temor al sufrimiento.

 Hoy mismo leía en San Juan de la Cruz cómo avanza un alma en los caminos de la perfección, cómo el Señor da unos toques especiales a la inteligencia para llegar a captar la necesidad del sufrimiento a fin de purificarse. Cuando esto sucede nos dice el Santo: “Queda el alma tan animada y con tanto brío para padecer muchas cosas por Dios que le es particular pasión ver que no padece mucho”.

 Y no voy a meterme en mayores profundidades. Sé que el mismo Jesús pasó por el mundo sanado enfermos, consolando, ayudando a que no sufran. Pero algo tiene el dolor cuando es redentor. Por supuesto que no es el dolor por el dolor. Por supuesto que sería malvado el provocar en otros el sufrimiento para que se purifiquen. Pero hemos de aceptar con gozo el sufrir, y unirnos a la pasión de Cristo. Y por algo los santos han apreciado el dolor como medio de purificación y de colaborar con Jesús en su obra redentora.


José María Lorenzo Amelibia                                        

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