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Tema. Vocación matrimonial y apostólica – religiosa.
La vocación cristiana a la santidad se desarrolla en diversas vocaciones específicas, que aquí reduciremos a dos: la vocación al matrimonio y la vocación apostólica - religiosa.
Este retiro lo pueden hacer tanto los jóvenes que no hayan tomado estado, como los casados o religiosos. Basta con que cada los primeros pidan luz a Dios para discernir su vocación y los segundos pidan fuerza para cumplirla.
Detenerse para orar o reflexionar en cada uno de los puntos.
Vocación al matrimonio
1.- “Creó Dios al hombre a imagen suya, y los creó varón y mujer; y los bendijo Dios, diciéndoles: “procread y multiplicaos y henchid la tierra [familia]; sometedla y dominad [trabajo] sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, y sobre los ganados y todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra”“ (Gén 1,27-28).
2.- La familia y el trabajo se vieron degradadas por el pecado, y quedaron sumidas en la sordidez de la maldad y el egoísmo. Pero Cristo sanó y elevó la familia y el trabajo, elevó maravillosamente estas dos coordenadas fundamentales de la vida humana, haciendo que vinieran a ser el marco de una vida santa y santificante, destinada a crecer hasta la perfección evangélica.
3.- El concilio Vaticano II, más que ningún otro concilio precedente, trazó los rasgos peculiares de la vocación al matrimonio. “Los esposos y padres cristianos, siguiendo su propio camino, mediante la fidelidad en el amor, deben sostenerse mutuamente en la gracia a lo largo de toda la vida, y deben inculcar la doctrina cristiana y las virtudes evangélicas a los hijos amorosamente recibidos de Dios”; así, dignificados y fortalecidos por el sacramento del matrimonio, se hacen “signo y participación del amor con que Cristo amó a su Esposa y se entregó a sí mismo por ella” (LG 41d).
4.- “Los esposos cristianos, para cumplir dignamente sus deberes de estado, están fortalecidos y como consagrados por un sacramento especial, con cuya fuerza, al cumplir su misión conyugal y familiar, animados del espíritu de Cristo, que penetra toda su vida de fe, esperanza y caridad, llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación, y, por tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios” (GS 48b). El matrimonio y la familia son, pues, camino de perfección.
5.- Por otra parte, toda la actividad secular en sus diversos modos, el trabajo, el arte, la cultura, la política, la vida comunitaria y asociativa, que tan profundamente está herida por el pecado, es santificada por Cristo en los cristianos, y ellos deben con Cristo santificarla en el mundo. “Es obligación de toda la Iglesia trabajar para que los hombres se vuelvan capaces de instaurar rectamente el orden de los bienes temporales, ordenándolos hacia Dios por Jesucristo. A los pastores atañe manifestar claramente los principios sobre el fin de la creación y el uso del mundo, y prestar los auxilios morales y espirituales para instaurar en Cristo el orden de las cosas temporales.
6.- Pero es preciso que los seglares asuman como obligación suya propia la restauración del orden temporal, y que, conducidos por la luz del Evangelio y por la mente de la Iglesia, y movidos por la caridad cristiana, actúen directamente y en forma concreta” (AA 7de). En el capítulo del trabajo volveremos sobre el tema.
Vocación apostólica – religiosa
1.- Cristo “llamó a los que quiso, vinieron a él, y designó doce para que le acompañaran [compañeros] y para enviarlo a predicar [colaboradores]” (Mc 3,13-14). En esta vocación apostólica hallamos el origen de todas aquellas vocaciones -sacerdotales, religiosas, misioneras o asistenciales- que implican seguimiento de Jesús, dejándolo todo. En efecto, en el Evangelio aparece el seguimiento discipular de los apóstoles como una vocación especial, diferente de la al matrimonio, y se muestra con unos rasgos -como señala Thysman (145-146)- perfectamente caracterizados:
2.- “Si se intenta extraer de los evangelios las notas que definen originariamente el seguimiento de Jesús como discípulo, es preciso subrayar en primer lugar que el seguimiento comienza por iniciativa de Jesús, en una llamada que él dirige a algunos, para que corten los lazos de la familia, la propiedad, la profesión, y entren en una comunidad estable de vida con él. Esta comunidad ininterrumpida de vida con él implica, a la manera de aquella de los talmidim (discípulos) con su rabbí, una formación por enseñanza, un caminar tras el maestro en sus viajes, una actitud de servicio hacia él..
3.- Iniciativa de Cristo. Lo normal entre los talmidim era que ellos eligieran su maestro. Pero el Maestro mesiánico cambia este punto: es él quien elige sus discípulos (Jn 15,16), es él quien señala las condiciones del seguimiento (Mt 19,21; Rc. 9,57-62), es él quien llama: “Sígueme” (Mt 9,9). Ya desde el comienzo -Abraham, Moisés (Gén 12; Ex 3-4)-, y siempre después -María, Saulo (Lc 1,26-28; Hch 9; 22; 26)- la iniciativa de la llamada es siempre del Señor. Se trata, pues, de una vocación divina, que implica una especial llamada del mismo Dios.
4.- Dejarlo todo. La vocación apostólica no implica solamente un desprendimiento espiritual, un tener como si no se tuviera (1 Cor 7,29-31), sino supone un desprendimiento también material, un no tener. Para seguir a Jesús como discípulo es preciso dejarlo todo, padres, mujer, hermanos, casa, tierras, negocios, barcas y redes, por amor a Cristo y a su reino (Mt 4,18-22; Lc 5,11.28; 9,23.58; 14,26.33; 18,29).
5.- Los que respondiendo a la llamada divina toman este camino, siguen el mismo camino que, para irse al servicio de Dios, siguieron Abraham o Eliseo, que dejaron su tierra y su parentela (Gén 12,1; 1 Re 19,19-21), y han de hacerlo ahora en unos despojamientos aún mayores. Estos son hombres que, expropiados de sí mismos, han sido apropiados por Dios (Jn 10,29; 17,2-12), para entregarlos al servicio del bien espiritual de los hombres.
Vivir con Jesús. Es el rasgo esencial de la vocación apostólica. Los apóstoles pudieron dejar mujer e hijos porque entraban a vivir como “compañeros” de Jesús (veremos esto más despacio al tratar del celibato).
6.- A ellos les ha dicho Jesús: “Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres” (Mt 4,19; +Lc 5,10). Y ellos, dejando su familia y su oficio, han entrado en una nueva familia y un nuevo oficio. Siguiendo al Maestro, ellos reciben catequesis especiales, más claras que las recibidas por el pueblo (Mt 13,10. 36; Mc 4,34), y sobre todo ellos aprenden por la misma convivencia con él.
7.- Unidos a Jesús por una amistad muy profunda, han de seguirle siempre, en la adversidad como en el éxito, y también cuando no le entiendan (Jn 6,66-69; 11,16), de modo que él pueda decirles al final: “Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas” (Lc 22,28). Como bien señala Santo Tomás, la santidad no está tanto en dejarlo todo, sino en seguir a Jesús, viviendo con él y para él: “El abandono de las riquezas es una vía [un medio] para llegar a la perfección, la cual consiste [fin] en el seguimiento de Jesús” (Contra doctrinam retrahentium... 6).
8.- Colaborar con Jesús. La vocación apostólica implica una especial y exclusiva dedicación a colaborar con el Señor en su propia misión, en la que él recibió del Padre. El apóstol va a ser un elegido-llamado-consagrado-enviado, como lo fue Moisés: “Ve, yo te envío para que saques a mi pueblo de Egipto” (Ex 3,10). Como María: “Darás a luz un hijo” (Lc 1,31). Como Pablo: “Es éste un instrumento elegido por mí, para que lleve mi Nombre ante las naciones” (Hch 9,15). La vocación apostólica llama a estas concretas obras buenas propias de la misión de Cristo, no a otras obras buenas, por nobles que sean. Los apóstoles son enviados al mundo para cumplir la misma misión que Cristo recibió por mandato de su Padre (Jn 17,18; +Mt 28,18-20).
9.- Sufrir con Jesús. “Una espada atravesará tu alma” (Lc 2,35). “Si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán” (Jn 15,20). “Yo le mostraré cuánto habrá de padecer por mi Nombre” (Hch 9,16). Es evidente -y la historia lo confirma- que los apóstoles han de completar de un modo especial la pasión de Cristo por su Cuerpo, que es la Iglesia (Cor 1,24; +2 Cor 11,23-33). Entra en su vocación este ministerio de expiación.
Especial confortación del Espíritu Santo. Es natural que el hombre llamado-enviado por Dios sienta temor o confusión ante la grandeza de la misión que recibe y ante las enormes dificultades que implica. “¿Quién soy yo para ir al Faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel?” (Ex 3,11).
10.- Juan XXIII: “Cuando se habla de vocación, es muy natural que el pensamiento se dirija a aquella alta y nobilísima misión a la que el Señor llama con impulso particular de la gracia: a la que es la vocación por antonomasia, incluso en el habla corriente del pueblo cristiano, es decir, la llamada al estado sacerdotal, religioso y misionero” (14-VII-1961).
La vocación al matrimonio halla su raíz primera en la misma naturaleza del hombre, que se inclina al matrimonio y al trabajo. Pero la vocación apostólica, para dejarlo todo y seguir a Jesús, requiere “un impulso particular de la gracia” de Dios. Cuando ésta vocación llega, no queda sino aquella aceptación fiel de María: “He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).
11.- Hoy va tomando fuerza la idea de compromiso temporal. Con una decisión que puede cambiar con el tiempo y tras profunda reflexión. Y así existen institutos misioneros de seglares con compromiso de celibato revisable y posibilidad de contraer matrimonio sin necesidad de dispensas especiales. También es conveniente que el aspirante a la vida apostólica – religiosa tenga esta iniciativa en cuenta a la hora de comprometerse.
Examen práctico
- ¿Atiendes muchos problemas de otros y desatiendes tu familia? - ¿Ofreces a los tuyos lo mejor de ti mismo?
- ¿Si está decidida tu vocación hacia el matrimonio, pides al
Señor luz para encontrar pareja y buscas en buenos ambientes?
- ¿Es tu matrimonio o familia escuela de formación cristiana?
- ¿Acoges, perdonas, tratas con cariño a los tuyos?
¿Qué has hecho hoy en común con tu familia?¿Te has comunicado?
- ¿Ha sido hoy tu relación familiar camino hacia Dios?
- ¿Habéis hecho oración en familia o comunidad?
- ¿Aprecias tu especial obligación si eres sacerdote o
religioso?
- ¿Pones los medios para ir perfeccionándote? ¿Hoy los has puesto?
- ¿Te conformas con una aspiración meramente sentimental?
- ¿Procuras ir superando la etapa de principiante en el camino de la vida interior?
- ¿Pones todo lo que está de tu parte por ir mejorando?
- ¿Cómo practicas el examen de conciencia?
- ¿Aceptas las purificaciones que el Señor te envía?