Me llena de fervor rezar por la santidad de los sacerdotes. Lo hago continuamente. Y, como sabes, también hemos entrado en contacto con los obispos y conventos de clausura para ir consiguiendo que se vaya creando este ambiente.
Es labor ardua. Pero el Señor lo puede todo. Únete a esta oración nuestra. Leía hace unos días una reseña de la vida de San Isidoro de Sevilla.
Él tuvo ya una iniciativa de que los futuros ministros del Señor fueran educados intelectualmente y en un clima de santidad. Vivían en comunidad. Incluso los obispos vivían con algún grupo en común estimulándose a la santidad. Y no eran lo que hoy llamamos frailes. Me parece que, si se sigue con el celibato, se impone la vida común en ambiente de santidad para los clérigos. Hoy resulta mucho más fácil por los medios de locomoción. Y el obispo tenía que dar ejemplo conviviendo con sus sacerdotes. No sé. Todo es soñar un poco.
Nosotros, los llamados secularizados, exfrailes, excuras y exmonjas, también somos llamados a la santidad. Y en cierto sentido tenemos mayor facilidad para ser santos: las pasiones más sujetas, el instinto del poder también más fácil de dominar dentro del matrimonio. Y gozamos de la gracia sacramental igual que nuestros hermanos. Vamos a seguir trabajando en la labor de nuestra santificación; será muy bueno para el Reino de Dios.
José María Lorenzo Amelibia
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