SABER AFRONTAR LA ENFERMEDAD GRAVE

En plenas Navidades me encontré con Juanjo. Hacía tiempo que no lo veía; siempre nos mirábamos con mutua simpatía. Derivó nuestra conversación hacia el mundo de los enfermos. Me dijo: “Ahora hace un año me llevaron a urgencias. Pronto me hice cargo de que mi situación era grave. Pero lo miré todo con paz; parece que Dios en momentos críticos nos da fuerza. Confié y en un par de meses el parche quedó bien puesto. Y ya ves, aquí estamos. No sé por qué algunos tienen tanto miedo a la muerte. Creo que ese pavor les hace daño”.



Mi experiencia es parecida a la de mi compañero. Lo mío fue más largo y tan grave como lo de Juanjo. También recibí la Unción de los enfermos. Y aquí estoy, viviendo con paz, la prórroga hasta que el Señor quiera. Pero me doy cuenta de que no todos reaccionan ante el peligro de la misma manera; y peor aún que el enfermo, los propios familiares.

“No sé qué pasa – me decía un amigo íntimo capellán de clínica –, pero en la mayoría de los casos me llaman cuando el paciente ya no se da cuenta de nada, se encuentra en estado agónico, casi muerto. En una ocasión en que entraba a visitar a una persona no conocida de mí, su esposa me rogó: “Por favor, quítese la tirilla; que no se dé cuenta de que viene el cura, que se asustará”. No lo hice, pero veo la mentalidad de muchas personas”. Casi siempre la familia es peor que el enfermo. Y a nadie hemos conocido que se muera o agrave porque lo visite el sacerdote.

Afrontar la enfermedad de una manera u otra está en nuestras manos; y conviene ser realista, pero no derrotista; no se trata de un pesimismo estéril y dañoso.

Hoy el sacramento de la Unción se administra con más facilidad que antiguamente. En algunas parroquias lo hacen durante una misa dominical cuando un grupo de enfermos crónicos o ancianos lo piden y se preparan para ello con mucha paz. Los vemos que después pasean por la calle y sin ningún trauma. Yo no es que aconseje este particular, aunque hecho con seriedad y calma lo veo muy bien. Pero sí recomiendo, a todas las personas que vayan a sufrir una intervención quirúrgica de algo riesgo, que reciban antes los sacramentos. Es una manera de ir bien dispuestos y una mayor esperanza de éxito y curación. Para eso es la Unción de Enfermos: para quitar rastros de pecado, para ayudar en los momentos difíciles y en el paso a la otra vida... y – ¡no lo olvidemos! – para dar la salud si a la persona le conviene.

Y miremos con admiración y cierta envidia la valentía de aquellos santos dotados de gran fe que deseaban morir con dolor, como Jesucristo, y han llegado a las manos de Dios sin ningún temor a la muerte, porque nuestro destino está en el Señor para toda la eternidad. La vía intermedia es la que aquí explicamos. ¡Ánimo!




José María Lorenzo Amelibia
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