SABER SUPERARSE

Una mañana me encontraba decaído, sin ganas de nada. Todo me aburría. Hasta rezar, y eso que me consideran todos gran aficionado a la oración. Por casualidad cayó en mis manos una revista, “El Semanal”. Medio distraído la abrí y comencé a leer.



Miré la fotografía de una señora sonriente asentada en silla de ruedas, María Eugenia Ruiz. Era periodista y estaba ciega; tenía cuarenta y nueve años; a causa de un accidente, a los veintiuno perdió la vista; sin permitirse el lujo de caer en depresión, aprendió pronto el braille, tomó el bastón blanco y comenzó su nueva vida. Su espíritu inquieto la alentó para trasladarse a EE.UU. a estudiar relaciones humanas; después vivió en Méjico y en Inglaterra; nunca le faltó trabajo.

Otro ciego, Eugen Bavcar: es un triunfo de la fuerza de voluntad y de la sensibilidad. Desde los once años sin volver a ver la luz del sol; y se dedicó a la fotografía. ¡Casi nada! Era su gran ilusión de niño; hoy es un gran fotógrafo. “Tengo mi técnica – dice – los retratos los hago a solas, pero para los paisajes es mejor que alguien me ayude si no quiero perder mucho tiempo con la iluminación. Lo importante es la idea, no solo la imagen, sino otras cosas invisibles que trato de captar” [...] “Una vez coloqué un anuncio en “parís Match”: “Fotógrafo ciego busca modelos”; nadie me llamó. Ahora no tengo ese problema, pero he aprendido mucho y soy un profesional”.

Seguí leyendo con interés aquella revista: hablaba de una secretaria minusválida que trabajaba en Palestina en un hospital en el mismo Belén, donde Jesús nació. Hablaba de un joven gran campeón golfista, a quien faltaba una pierna. Contaba de Verónica, chilena: con diecisiete años había sufrido un accidente y quedado hemipléjica. Sin desanimarse estudió diseño. Ahora es directora de arte de una revista nacional.

Todo esto leí en aquella mañana en que amanecí sin ganas de nada. Los hechos me llenaron de admiración y de estímulo. ¿Cómo me voy a permitir vivir zanganeando, cuando personas con grandes problemas saben superarse hasta triunfar en todos los aspectos? Mi reacción fue inmediata.

Pienso que para superarnos hemos de servirnos de todos los medios posibles. Mirar a nuestros semejantes en peores condiciones, ha de ser un estímulo y debe aumentar nuestro sentido de responsabilidad. Y si la naturaleza – Dios en su Providencia está siempre al fondo de todo – nos ha limitado en posibilidades, nunca desalentarnos. “Lo que estos y estas han conseguido, ¿por qué no yo?” - que diría San Agustín.

José María Lorenzo Amelibia
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