Obispos sed santos como... SAN JUAN NEPOMUCENO NEUMANN
Para los Obispos.
| José María Lorenzo Amelibia
SAN JUAN NEPOMUCENO NEUMANN
* Bohemia 28-3- 1811 + 5 - 1 - 1860 en Filadelfia Memoria, 5 enero
Siendo muy joven leía los anales de sobre los misioneros alemanes en los Estados Unidos. Aquella lectura le enardecía sus sentimientos religiosos, su hambre de generosidad y entrega a Dios. Eran tiempos de grandes emigraciones hacia aquella nación. Hacían falta sacerdotes para atender a los que marchaban. Juan Nepomuceno se dejó llevar por su generosidad misionera y, ya clérigo, marchó a América lleno de ilusión. ¡A Filadelfia! Allí se ordenó sacerdote. Fue destinado a Búfalo; cerca de las cataratas del Niágara. Le entregaron una parcela para misionar de cuatrocientas millas cuadradas. Él exclamó: "He sido ordenado como misionero diocesano y he de ocuparme, por tanto, de las almas más abandonadas, y vivir con ellos y como ellos". Así era este hombre de Dios.
Se hizo redentorista
Se dio cuenta muy pronto de que necesitaban aquellas gentes escuelas. Construyó varias parroquiales. Eran lugares de encuentro, unión y evangelización. Pero se encontraba muy solo ante aquella inmensa tarea apostólica. Por eso, cuatro años más tarde entró en la congregación de los redentoristas. Y ¡al noviciado con los jovencitos! Poco antes de los treinta y un años había profesado en los redentoristas, los de San Alfonso María de Ligorio. Ya antes de entrar había asumido el carisma del santo fundador: anunciar la redención abundante a los pobres.
Y viendo sus cualidades de líder y su entusiasmo, pronto lo nombraron superior de la comunidad de Pittsburg. Allí a todos animaba; a muchos dirigía espiritualmente; instruía en la práctica del apostolado; se preocupaba de la salud de todos. Era modelo de virtudes; de una manera especial de humildad y paciencia.
Obispo de Filadelfia
Ocho años permaneció como superior, pero a sus cuarenta años lo nombraron obispo de Filadelfia. A Juan Nepomuceno le sorprendió la decisión pontificia de su "ascenso"; pero la vio tan irrevocable que no se atrevió a replicar. Habían acertado bien con esta promoción. Era el hombre más idóneo. Aquella ciudad se acercaba al medio millón de habitantes, y en la diócesis, cerca de doscientos mil católicos.
Algo llevaba desde siempre muy metido en el alma: el amor a la Eucaristía. Por eso, por ahí empezó; incrementar el culto a la Eucaristía. Sabía que de ahí saldría la fuerza de las conversiones, la intensidad de la vida cristiana. Y a crear escuelas católicas; lo que hacía ya desde sus primeros años de ministerio. Eran verdadero trampolín para el apostolado familiar, para las vocaciones sacerdotales y religiosas, para la formación de una juventud creyente y fervorosa. De dos escuelas que había cuando entró en la diócesis, ocho años más tarde llegaron a cien. Así era Juan Nepomuceno: oración y acción eficaz. En un solo año los alumnos habían pasado de quinientos a cinco mil.
Su sana obsesión era el cultivo espiritual de los cristianos. Y sobre todo en los seminaristas. Necesitaba sacerdotes santos y su gran medio era el seminario. Por supuesto sus hermanos en el sacerdocio eran la niña de sus ojos. Él mismo daba los Ejercicios Espirituales a aquellos sus apóstoles. Y Juan Nepomuceno fue también fundador. Las "Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco de Filadelfia".
En plena juventud madura, con 48 años, y en plena calle de Filadelfia, fallecía este santo obispo. Ya lo decía en el funeral el arzobispo que lo presidió: "Un obispo así tenía que morir de esta manera: con el alma en tensión en cada hora, en cada instante hacia su Padre Dios". Obispo casi de nuestros días. Obispo santo.
José María Lorenzo Amelibia
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