SAN NORBERTO, ARZOBISPO Y CONFESOR

* 1085 Santes (Alemania) + 1134 Colonia Memoria, 6 de junio



San Norberto, nobilísimo fruto de una de las más ilustres casas de Alemania, fue hijo de Heriberto, conde de Genepp, y de Hadvigis ó Harvigis, descendiente de los duques de Lorena; nació el año 1080, en el pequeño pueblo de Santen.

En los primeros años de la juventud de Norberto era como el alma de todas las diversiones y de todas las funciones de la corte. Pero esta inclinación a divertirse no le sirvió de estorbo para dedicarse á los estudios.

Fue provisto en él un canonicato de la iglesia de Santen, y se ordenó de epístola; pero con resolución de no pasar de aquel grado para vivir con alguna mayor libertad. Reprendíale el obispo porque que deshonraba el estado con su desarreglada vida, y que para reformarse le convendría mucho recibir los demás sagrados órdenes; pero se hacía sordo á sus paternales amonestaciones.

Hízole más tarde el Emperador su limosnero mayor, y después le nombró para el obispado de Cambray; pero el prelado no quiso aceptarle, por no mudar de vida.

Su conversión

Caminaba un día á caballo á un lugarcito de la Wesfalia, llamado Freten, seguido de un solo lacayo suyo. El cielo estaba sereno, y, encapotándose de repente, se levantó una furiosa tempestad de relámpagos y truenos, cayendo un rayo a los pies del caballo de Norberto, que, abriendo un boquerón en la tierra, derribó al jinete, y medio le sepultó. Casi una hora estuvo Norberto sin sentido, hasta que, volviendo en sí, se levantó; hincóse de
rodillas, y, elevando los ojos y las manos al Cielo, exclamó como otro Saulo: Señor, ¿qué quieres que haga?

Parecióle que le respondía interiormente: Que dejes el mal y sigas el bien. Poco después se retiró al monasterio de Sigisberto, que gobernaba el abad Canon, obispo que fue de
Ratisbona, y este oportuno retiro perfeccionó su conversión. Instruido ya en los caminos del Señor, resolvió romper enteramente con el mundo; y sabiendo que celebraba órdenes el arzobispo de Colonia, pasó allá, echóse á sus pies, y le suplicó que le admitiese en la
matrícula de los ordenandos.

Gustosamente sorprendido el arzobispo, le prometió que le ordenaría de diácono: No
basta eso, señor, respondió Norberto: es menester que en el mismo día me ordenéis también de sacerdote. Aun mucho más admirado el arzobispo, le preguntó el motivo
de aquella prisa. A esto sólo respondió con sus lágrimas; arrojóse á sus pies, suplicó le oyese de penitencia, pidió la absolución, y le rogó que luego le confiriese el sacerdocio.

Norberto sacerdote

Llegado el día de las órdenes, los demás ordenandos se presentaron en la iglesia revestidos de albas, como es costumbre, y Norberto se dejó ver en ella con el vestido más rico que tenía. Llevó el sacristán el traje correspondiente y, llamando á un lacayo, se despojó de las galas seculares, vistió una sotana hecha de pieles de oveja, y se la ciñó con una grosera cuerda, A instancia del cabildo celebró su primera Misa en la iglesia de Santen. Comunicó á los asistentes la visible devoción del nuevo sacerdote; pero quedaron aturdidos cuando, acabado el Evangelio, le vieron subir al pulpito y predicar con tanta elocuencia y con tanto celo sobre la vanidad del mundo, sobre la brevedad de la
vida, sobre la santidad del estado eclesiástico, sobre sus indispensables y muchas obligaciones, que se deshacía en lágrimas todo el concurso.

Hubo cabildo al día siguiente; y preguntado acerca de algunos puntos de la regla, habló con tanto espíritu contra las licenciosas costumbres de los eclesiásticos, que acabó de rendir con este discurso á los que ya estaban muy movidos con el antecedente. No a todos agradó aquella libertad apostólica; y, temiendo tener en Norberto un continuo censor de sus desórdenes, algunos hicieron cuanto pudieron para librarse de él. Le injuriaron e insultaron.

Encendido en mayor celo de la salvación de las almas, y en más vivo deseo de su propia perfección, renunció en manos del arzobispo de Colonia todos los beneficios eclesiásticos que poseía, y eran muy pingues; vendió todos sus bienes y todos sus muebles, sin reservarse más que los ornamentos para decir Misa. El producto le repartió luego entre los pobres.

Partió a pie y descalzo a buscar al papa Gelasio II. A los pies de Su Santidad, hizo con él una confesión general, y fue absuelto de sus culpas , y bien informado el Sumo Pontífice, así de la nobleza como del mérito personal de su penitente: prendado, por otra parte, de su sabiduría, de su virtud y de su celo, quiso tenerle en su corte; pero el Santo le
suplicó humildemente se dignase permitirle seguir su vocación, que era ir á predicar penitencia por todas partes con sus sermones y con sus ejemplos; y edificado el Papa de tan santa resolución , le dio su bendición con amplia facultad para predicar el Evangelio por todo el mundo.


José María Lorenzo Amelibia
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