Es impresionante constatar el instinto de algunos animales y su fidelidad en el servicio del hombre. Cuando yo era niño conocí a un perro que había salvado la vida a su amo, al quedarse atrapado por un corrimiento de tierra. Con razón llaman a este animal "el amigo del hombre". Podríamos contar muchas anécdotas admirables de este buen compañero. Hace pocos años, un ciego terminaba su carrera de Derecho, me sorprendió ver en la orla de fin de estudios, junto al grupo de licenciados, al perro lazarillo de nuestro invidente. ¡Cuánto le ayudó todos los días acompañándole a clase! Recostado junto al pupitre de su amo, a nadie molestaba; jamás perturbó el orden y el silencio del aula
Los animales bien seleccionados y educados, sirven de ayuda a la debilidad de las personas. Conocí a un perro que todos los días le traía recados a su anciana dueña. Con frecuencia el animal gana en fidelidad a muchos humanos.
Es bueno también en algunas situaciones patológicas ejercitarse con animales domésticos: observar cómo se mueven, cómo reaccionan. Ellos son maestros en el mantenimiento físico; incluso les gusta enseñar. Me parece importante utilizar todos los medios lícitos a nuestro alcance para ayudarnos en nuestra debilidad. Lo malo es desembocar en esta situación por desengaño en nuestras relaciones sociales. Solía decir el santo predicador Don Félix Beltrán: "Es triste que muchos hayan llegado a tal desilusión con sus compañeros que practican lo del refrán: "Cuanto más tiempo estoy con los hombres, más quiero a mi perro"".
Hoy contamos en las ciudades con el peligro de aislarnos de nuestros semejantes. Los modernos edificios están dispuestos como para vivir con la mayor independencia e indiferencia. Mas pienso que, el hecho de utilizar a algunos animales para nuestro servicio o paliar la soledad, en nada debiera perjudicar nuestra relaciones humanas. Es preciso involucrarse en aquel segundo mandamiento, semejante al primero: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Y los animales, al servicio del hombre; así nos lo han enseñado; y todo ha de ser conforme con la recta razón iluminada por la fe José María Lorenzo Amelibia
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