¿Hay verdadera amistad entre los sacerdotes? Sacerdotes, compañeros y amigos

Asociación de Sacerdotes Casados ASCE

Informa ASCE

Crítica Constructiva

Compañeros y amigos

Durante estos últimos treinta años, la Providencia me ha puesto en contacto con varios  centenares de sacerdotes con problemas fuertes. Gran parte de ellos no tenían verdaderos amigos dentro del clero. Uno de los grandes valores es la amistad. Difícil es conseguir un amigo bueno. Más difícil todavía, conservarlo. En todo momento me he sentido abierto a este don de Dios. He disfrutado al tratar con personas en las que advertía una coincidencia de ideas, sentimientos o simplemente simpatía indefinida. El hecho de sentirse a gusto hablando con un semejante, lo considero el primer paso. Puede fraguar así la amistad. 

Amistad testimonio

Mimo con celo este don de Dios, no deseo quedar sumido en el aislamiento o en la ligereza del amigo ocasional. Es necio despreciar los amigos conseguidos, más que deshacerse de una fortuna. En los momentos alegres disfrutamos juntos de la belleza de la vida. Cuando llega la prueba, el amigo te acoge, escucha y anima. Sufro por las amistades iniciadas y pronto interrumpidas. Mi dolor es máximo ante la muerte de la amistad. Suele comenzar por una enfermedad grave: la incomunicación en cualquiera de sus aspectos; olvido mutuo por la separación geográfica o temporal; monólogo epistolar; dejar de hablar un idioma común.

Me refiero ahora a los compañeros de arciprestazgo, amigos de compromiso con quienes no conseguí la intimidad que pretendía. Ninguno del arciprestazgo me concedió la mínima importancia para nada, a pesar de que todos sabían mis andanzas por las casas de ejercicios. Jamás me invitaron a predicar en sus parroquias un triduo del cumplimiento pascual, ni un sermón extraordinario, fuera de don Luciano, mi viejo vecino que ya se marchó. Únicamente, por iniciativa mía, permutaba con algún compañero en festividades que exigían predicador y confesor extraordinario en ambas parroquias.
Si me hubieran echado una mano, se habrían suavizado mis profundas crisis. Procuraba que mi angustia íntima no trascendiera para no ensombrecer el ambiente con una actitud triste. Por altruismo o caridad me esforzaba en mostrarme jovial, incluso alegre y bullanguero. Únicamente mi confesor, y vecino párroco de Berilla, ya mencionado, me acogía con sencillez y cariño, don Miguel Armañanzas. De la zona fue, creo, el único que espontáneamente llegaba hasta mi casa para dialogar en fraternal conversación.

Mas la medalla tiene su reverso: los ejercitantes y religiosas colaboradoras apreciaban mi predicación. Me llegaban muchas cartas de agradecimiento.

No era yo de los que se encierran en su txoko a aguardar que vengan a buscarme. Eché lazos por todas las partes. Visité en sus pueblos a todos mis colegas de arciprestazgo, y a otros con los que había mantenido alguna relación. A veces no encontraba al inquilino en su morada.

Si los obispos saben fomentar entre los curas una amistad sincera y leal, conseguirán mantener mejor la vocación de sus sacerdotes.

José María Lorenzo Amelibia                                          Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com              Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/  Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.3                                          Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

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