El caso no es tan moderno, es del 2005: Don Evans Gliwwitzky. Nació en 1940 en Zimbabue, su padre era polaco y católico, su madre, anglicana; y ejerce como párroco hace aproximadamente cuatro años en la parroquia del Espíritu Santo en Los Gigantes (Tenerife, España); está casado con Patricia y tiene dos hijas y tres nietos. Allí celebra Misa, su esposa hace las lecturas, no tiene que esconderse en la sacristía para celebrar. Atiende el confesonario; aconseja a sus feligreses; es respetado por todos.
Y queremos añadir algo más a aquella noticia importante:
Evans recuerda el día de su ordenación como el más feliz de su vida, más incluso que el de su boda. Había sido pastor anglicano, pero se convirtió y lo admitieron en la Iglesia Católica como sacerdote casado, con parroquia normal en Los Gigantes, en Tenerife.
El obispo de Tenerife le confirió el orden sacerdotal el 21 de agosto del año 2005 en la iglesia de la Concepción de La Laguna, en presencia de su esposa e hijos y demás familiares. No faltaron, por supuesto los medios de comunicación. El ministro de la ordenación dijo entre otras cosas: “Se trata de una excepción muy singular que no abre ninguna puerta para la supresión del celibato sacerdotal obligatorio”.
Y… ¡a propósito! En febrero de hace unos años, 430 sacerdotes brasileños – en representación de los más de dieciocho mil de todo el país – pidieron al Papa que revise la ley del celibato. Nos informan asimismo que varios jerarcas se han pronunciado en este sentido, como O’ Connor, cardenal inglés; el presidente de la Conferencia episcopal alemana, Robert Zollitsch; y el cardenal brasileño, presidente de la Congregación del Clero, Claudio Hummes.
Nosotros llevamos con esta petición más de treinta años, hasta aburrirnos de pedirla. Pasan los lustros, y muchos de nuestros compañeros líderes en esta materia han fallecido sin haber visto cumplido su deseo. Las razones no las vamos a repetir, porque son sabidas de todos. También sabemos que Juan XXIII tenía este proyecto en la mente, pero murió muy pronto y no pudo llevar a cabo su decisión.
Después se inició la fuga de miles y miles de sacerdote con la dichosa dispensa para poder acercarse al matrimonio canónico.
En medio de este panorama se nos comunica la noticia de esta ordenación en España. Nos parece muy bien, siempre y cuando sea con una intención, remota al menos, de sentar un precedente para modificar o abolir la nefasta ley celibataria. De lo contrario se nos antoja como un agravio comparativo, un absurdo, algo poco equitativo e incluso arbitrario, como medio para “captar” conversiones de una manera nada loable, por cierto. Tal vez nos equivoquemos al juzgar así; tal vez hayan podido equivocarse ellos al hacer esta excepción. No son infalibles más que en materias de fe cuando nos dice el dogma. Pero lo cierto es que hoy habría en el mundo más de cien mil sacerdotes que los actuales, si no existiera esta ley tan polémica. Mientras tanto, monjas y seglares y diáconos van por pueblos para dirigir una paraliturgia y dar la comunión los domingos. Y cada vez mayor número de parroquias sin cura.
José María Lorenzo Amelibia
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