HACIA LA VIDA MÍSTICA

Espiritualidad

HACIA LA VIDA MÍSTICA

vida mist

Dios no se deja vencer en generosidad. Nos ayuda a pensar en Él. Si lo hacemos, nos va atrayendo más hacia sí. Nos va dando un conocimiento experimental de su presencia; nos hace sentir que nos encontramos en comunicación con El. Comenzamos poco a poco a ser testigos de la presencia amorosa de Dios. Después nos sentiremos invadidos por la presencia de Dios en nuestra alma. Es algo imposible de expresar, pero se siente de alguna manera. Tal vez al principio lo sintamos de tarde en tarde, pero si somos fieles a Dios, El nos llevará a esta vivencia continua, que nos ayudará a ser testimonio de Dios y de su amor ante los hombres. Así lo leemos y así lo vamos intuyendo.

Los santos, por lo general, han mantenido el sentimiento constante de estar como sumergidos en Dios, como una esponja en el agua; fundidos en Dios, como dos metales en perfecta aleación. Pero esto nadie lo consigue por su propio esfuerzo. Nosotros sólo podemos disponernos quitando impedimentos, deseando la perfección, practicando la oración. A veces llegamos a esta sensación cuando leemos un buen libro de espiritualidad. Luego desaparece. Ha sido como un aviso de Dios: Te espero más cerca de mí. Dios siempre nos está llamando a la vida de mayor perfección. Hace falta ponerse a tiro, dejarse "cazar".

Cuando leemos vidas de santos o libros de espiritualidad, se enciende nuestra alma en mayor deseo de perfección. En seguida tropezamos con la realidad difícil. Es el momento de ponernos en manos de Dios. El nos irá elevando, si vamos removiendo obstáculos. Porque no nos podemos sumergir en Dios en la medida en que nosotros queremos. Sólo nosotros podemos pedir y quitar los impedimentos. El nos va luego metiendo en su corazón.

Más que sumergirnos en Dios, somos sumergidos. Entonces todo va sobre ruedas. Aquello que tanto nos costaba, ahora nada nos cuesta. Aquello que tanto nos inquietaba, ahora nada nos turba. Es sublime. Y puede así comenzar una nueva era de nuestra vida. Todo por habernos decidido a quitar impedimentos.

La paz irá inundando más nuestra alma. Y llegaremos a sentir como Pablo: "¿Quién me separará del amor de Cristo?" Sin embargo, la humildad más elemental y la experiencia de nuestros años pasados nos invitan a desconfiar de nosotros mismos.

Durante el período ascendente aspiramos a llegar en seguida a las cumbres. Luego el Señor nos va dejando un poco solos y pasa como a quien está aprendiendo andar en bici: en cuanto se da cuenta de que le han soltado, se cae.

Y diremos con San Juan de la Cruz: "¡Ay quién podrá sanarme, acaba de entregarte ya de vero”! Estamos llamados a ir a Dios; El mismo nos invita continuamente. De mil maneras. Unas veces sentimos dentro, en lo más íntimo de nuestro ser, al Señor que mora en nuestro templo viviente; y lo percibimos de un modo claro e inequívoco. Otras veces notamos su actuación en nosotros; va hermoseando nuestra alma mientras nos sentimos del todo indignos. Nos acordamos de aquellos versos del "Veni Creator": " Visita, Señor, la mente de los tuyos. Llena de tu gracia los corazones que Tú creaste." Y el Espíritu Santo traza sobre nosotros los rasgos de Cristo.

Al principio esta acción del Espíritu nos puede parecer extraña. Y comienza por pequeñas ráfagas. Pero después se suele intensificar, siempre que vayamos correspondiendo a la acción divina. Esto es tan real como el aire que respiramos.

Pero no todo va a ser gusto y consuelo. Vendrán las noches oscuras. Estas tinieblas no son cosas raras, cosas de seres extraordinarios. Nos va sucediendo en el vivir diario. Nos disgusta muchísimo y a ello se une una aridez total en la oración. Tal vez por no ver el dedo Dios en los acontecimientos ordinarios desagradables, nos volvemos críticos, iracundos, demoledores del prójimo, tibios, egoístas. Y era el Señor que pasaba cerca de nosotros y no lo hemos sabido descubrir. El Señor nos convida a todos a su acción purificadora y mística.

Merece la pena vivir con los ojos abiertos; ayudarnos mutuamente a descubrir la acción de Dios en nuestra vida. Si no ponemos obstáculos a la acción de Dios, llegará el momento en que las dudas de fe, la tentación violenta, la comodidad burguesa de la vida, se irán disipando y volverá de nuevo la etapa de fervor. Un fervor más fuerte que el de nuestra primera conversión, el fervor de la madurez. Tarde o temprano debe de aparecer en nosotros la llamada a la vía mística. Y no vamos a buscarla para satisfacer nuestra gula espiritual y religiosa. Ese apetito, esa hambre de Dios debe tener en nosotros el objetivo de ayuda para cumplir su voluntad. Cumplir el fin para el que nos ha destinado en este mundo. La gracia fructifica en nuestra alma, si nosotros sabemos cultivarla. Que no se pasen estos años o días que nos quedan para volar a dar cuenta al Señor.

Hoy afirman las personas dedicadas a la perfección: el estado místico es una vía ordinaria de caminar por el mundo. Si perseveramos en la oración, Jesús estará junto a nosotros. Quizás a ti te sucederá algo parecido a mí. Tal vez según van pasando los años, notarás esta cercanía del Señor. Vamos a aprovechar esta suave llamada de El. Vamos a ayudarnos mutuamente.

Yo, por supuesto, lo debo todo a la misericordia de Dios. Me angustia el pensar que puedo de nuevo no serle fiel. Pero confío en su gracia. También confío en la ayuda de los amigos, verdadera gracia del Señor.

José María Lorenzo Amelibia  

Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com  

Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/       

Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.                                           Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

Volver arriba