INTIMIDAD CON CRISTO
Como te he dicho varias veces, soy muy aficionado a la lectura espiritual. Prepara de maravilla al alma para la oración. Los que "disfrutamos" de una imaginación calenturienta, no tenemos más remedio que sujetarla a base de leer pocas novelas, pocas revistas, pocas cosas distractivas, y centrar la atención en las lecturas de Dios, en el contacto directo o indirecto con almas virtuosas.
Pues bien, leía hace varios días unas ideas que me gustaron. Ni siquiera recuerdo el libro o folleto. Decía de San Ignacio que cuando estuvo enfermo y se convirtió, su entendimiento fue de tal manera iluminado que parecía otro hombre y con otro entendimiento.
Esto me ha hecho reflexionar. A Ignacio de Loyola el trato íntimo con Dios le obligó a cambiar de tal manera que parecía otro hombre y con otro entendimiento.
A nosotros también nos estimulará hacia el cambio ese trato intimo con Dios. Vamos a intensificarlo en tiempo y en concentración. Dios no nos pide más. El resto corre de su parte.
El otro día me levanté muy triste de la cama. Era esa tristeza tonta que a veces se apodera de uno y le sume en la amargura. Una tristeza existencial. La vida es muy dura para todos. Entonces pensé: Gracias, Señor. Tú también estuviste triste en la cruz y en Getsemaní. Y continué con la tristeza. No desapareció. Era el viernes pasado. Había meditado en la pasión de Cristo. Jesús en la cruz no estuvo en un Tabor. ¿Por qué quien desea servir a Dios ha de pretender permanecer siempre en un fervor sensible? Lo importante es vivir la fe. Lo demás son temas accidentales.
Estamos incorporados a Jesús. Somos uno con El. Por eso debiera ser mi única preocupación y la tuya, querido amigo, estar unidos siempre a Cristo, ser como su prolongación, vivir en continuo trato íntimo con El. El sentir consuelo o sequedad, el permanecer triste o contento resulta secundario. La paz, sí, estará con nosotros. Mientras permanezcamos en gracia, Cristo estará en nosotros y nosotros en El, como la gota de agua que, mezclada con el vino del cáliz, se convierte en el mismo Cristo sacramentado.
Por eso pienso que el siervo del Señor no debe buscar en la oración nada: ni la paz de Dios; ni la alegría; ni el éxito apostólico. Buscar a Dios. Sólo a Dios. Todo lo demás llegará por añadidura.
¿Qué más da ser feliz o no? Lo único importante es servir al
Señor.
Da gracias conmigo a Dios porque ha sido grande su misericordia. Yo me uno a tu oración. Tal vez también tú desees agradecerle al Señor. Y pasa el día. La vida corre. Y llega otra jornada. Poco a poco nos acercamos a nuestra meta definitiva. Habrá que levantarse de pequeños fracasos; de pecados. Pero El nos espera. ¿Quién como El?
José María Lorenzo Amelibia
Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com
Mi blog: http://blogs.periodistadigital.com/secularizados.php
Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari Lorenzo Amelibia
Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2