El curso de mis pruebas

Un sacerdote secularizado y ya con nietos recuerda hoy un curso del seminario muy duro

Estreno la sotana que me regaló Margarita Beruete. Quiero conservarla limpia, sin mancha; me refiero a lo moral. Es un paso importante hacia el sacerdocio. Tal vez esta misma la vestiré siendo sacerdote. Y además me dejó para leer "La vida interior" de Tissot. No calaba yo entonces la profundidad de este libro, que más adelante había de meditar tantas veces. Pero me gustaba mucho.


Al final del año 1952 y comienzos del 53 sufro una crisis fuerte psicológica. Por una parte los estudios los llevo con soltura. Me relaciono bien con mis compañeros, pero no soporto que se me tome el pelo o se rían de mí, por ser de carácter espontáneo. Por otra parte llevo con empeño mi vida interior y el sacerdocio me cautiva. Mi esfuerzo es continuo y entro en estado de ansiedad. En medio de esas pruebas escribía: “Que el sacerdocio ocupe como hasta ahora toda mi ilusión. Aunque ahora esté un poco raro y no sienta el ardor de otras veces, lo cierto es que el sacerdocio es mi deseo. Saber hundirme en el surco; ser humilde; darle más al Señor.” Siempre aparece en el fondo de mi vida el sacerdocio. Si algo bueno tengo yo, es mi capacidad de reacción, a pesar de todas las dificultades.

Tuve una buena idea. Escribí a un convento de monjas para que una hermana se encargue esta temporada de pedir mucho a Dios por mí. Sería terrible ser sacerdote y tener tan poca virtud. Siento mi nada, pero sigo adelante. Llevo siempre en el bolsillo el libro de Los Cuatro Evangelios. Hoy he ponderado en la peluquería – ya en vacaciones – la categoría de este libro. Durante el día con frecuencia mi pensamiento está en el Señor.

José María Lorenzo Amelibia
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