Se nos ocurrió dialogar sobre estas ideas
1.- Con el correr de los años cada vez procuro volverme más hacia Dios. En Él encontramos la paz. Recuerdo haber leído en algún lugar de un obispo... Él se encontraba muy preocupado por la situación de la Iglesia y no sabía por donde tirar. Escuchó como una voz interior que le infundió una gran paz.: "Todo lo que te preocupa es mío; tú ocúpate de verdad de hacer bien lo tuyo". Dios es el más interesado en la salvación. Me parece que esta postura nos vendría bien a nosotros.
2.- Hoy recuerdo de una manera especial algunas frases del Evangelio que nos pueden ayudar: "Amad a vuestros enemigos; orad por quienes os persiguen y calumnian". A nadie excluir de nuestro amor; porque Dios a nadie excluye. Y que nuestra alegría nazca de nuestra unión con Dios.
3.- Que esta reunión, la de nuestros setenta años - edad ya venerable -, sea como un descender a Betania con Jesús, como aquel retiro sosegado antes de nuestra ordenación de diáconos que lo hicimos con gran emoción. Concentramos nuestra atención en el Señor en esta Eucaristía. Él está con nosotros: - Hoy necesitamos sacerdotes santos; del estilo de algunos que nos han precedido y están en la memoria de todos. ¡Dadnos, Señor, obispos santos, sacerdotes santos, almas consagradas santas! Que el prestigio del sacerdote, a la hora de la verdad, no proviene de su función, por muy importante que sea, sino de su vida interior. Sacerdote muy vinculado a su prestigio personal, probable ruina. Estamos ya de vuelta de la tentación de "hacer carrera y de intentar sacar provecho propio". Aquello ya pasó.
4.- Analizamos muy bien el problema de fe de nuestro pueblo. El porvenir es duro y difícil. Apuntamos con mucho realismo las vías de solución. Pero tal vez, a la hora de lanzarnos, no acertamos. Por otra parte da la impresión de que los temas de nuestra reuniones, son sí, muy interesantes. Pero lo importante de verdad es poner en primer lugar la santidad propia, la de los líderes en la fe: religiosos, obispos, almas consagradas, seglares comprometidos. Y esto lo damos por supuesto, pero luego se nos olvidan los medios: la oración, la mortificación, el pasar horas a solas con Dios junto al Sagrario. Sin olvidar lo actual, es preciso ir a lo esencial. Ahí radica todo.
José María Lorenzo Amelibia
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