La fuerza de tu accióm


Si vas a leer deprisa, deja para otra ocasión estas líneas, aperitivo del Gran Alimento. Déjalas quizá para esta noche, cuando tu alma comience a pensar que mañana va a recibir a Jesús. Que al tomar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, llegues a ser un solo cuerpo y una sola sangre con El. Así cuando penetre este Ser Divino hasta nuestros miembros, nos convertimos en portadores de Cristo. Si El con nosotros, ¿quién nos hará temblar?

Los sentidos luchan contra la fe. A veces decimos que creemos, pero olvidamos la realidad, porque vivimos esclavos de la vista y del oído. Es preciso actualizar nuestra fe en cada comunión. Nunca dirigirte a la Misa como a una rutina, como al trabajo o al deporte: es la audiencia con el mismo Dios.

Aunque te sientas frío como un témpano, aviva tu fe; repite consciente, despacio, cualquier oración o fórmula que aprendiste; o dile cuanto te sale del corazón, pero nunca te acerques a la Eucaristía con la pasividad del que repite una costumbre cada mañana.
No te interese la poesía etérea ni el sentimentalismo baldío;
que no es eso recibir a Jesús. Sí, la unión transformante. Dediques mucho tiempo o menos a la recepción de Jesús hecho alimento, procura siempre el fervor; llévale cada día un obsequio, algún ramillete de sacrificios que te cuesten. Verás cómo este alimento divino transformará tu vida, y tu actuación será en todo momento apostólica.

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