¿Qué ocurre hoy en los seminarios?
¡Cuidado con las vocaciones celibatarias!
| Josemari Lorenzo Amelibia
En mis tiempos de seminario – hablo de la década de los 50 – las instrucciones que tenían los confesores y directores espirituales eran claras: El seminarista que a los 18 o 19 años no había logrado superar el vicio de la masturbación, debía abandonar la carrera; tampoco podía ser admitido a órdenes quien en los últimos años había fornicado, y menos aún si había mantenido relaciones homosexuales. Existía una certeza moral de que cuantos subían las gradas del altar no estaban contaminados por el vicio de la lujuria. ¿Qué ocurre hoy?
El drama de la vida sexual de los sacerdotes es algo que duele en la Iglesia y en la sociedad. Y me lo cuenta desde un seminario importante de Perú un amigo, cuyo nombre omito por razones obvias. Lo conocí hace unos años y me pide narre su experiencia. Él está en el último año del teologado, pronto a recibir las órdenes sagradas.
Me cuenta que viene “confesándose desde hace años de los mismos pecados. Desde que entró al seminario, se sigue masturbando. Su confesor un sacerdote de muchos años, le dice siempre que se lo tome con calma que forma parte la tendencia de la naturaleza humana y su debilidad permitirá que se mantenga humilde buscando los auxilios del Señor: “No contrapongas tu naturaleza a la vocación”, sentencia el experimentado sacerdote”.
Me habla mi amigo de la doble vida de varios compañeros que “tienen la costumbre de encerrarse en la misma habitación para estudiar por las noches después de que el formador pase vigilando, para que se cumpla el silencio mayor, y disimulan así su homosexualidad. Nadie los ve.”
A mi amigo, le cuesta ir a ducharse y ver a uno de sus colegas que “acostumbra a pasar horas en el espejo central de la sala de duchas desde donde mira a sus compañeros desnudos, protegidos por una cortina de viejo plástico que deja entrever sus siluetas, y disfruta de la entrada y salida de todos ellos. Alguno le tuvo que dar un puñetazo en el ojo a ver si dejaba de mirar”.
“Todos en el piso cuidan sus intereses y nadie se decide a acusar a nadie ante los formadores”. Mi amigo vive en un Seminario mayor “de estilo conventual, en donde ora y estudia y trabaja para formarse como Pastor". Y me dice: “Madurar la vida sexual integrándola a la vida del candidato al sacerdocio es uno de los retos más difíciles y postergados de la Iglesia y el aislamiento no es la solución. No basta con separarnos del mundo y lavarnos las cabeza con charlas bien preparadas sobre los documentos del magisterio o las exigencias del derecho canónico, aunque cuiden escrupulosamente de la disciplina”.
“Darles a los seminaristas solo tres horas a la semana para ir de compras, parece un modo discreto de contacto con el mundo. Pero ¿qué hacen varios compañeros durante este espacio de tiempo? Esto me consta: alguno se entrevista con su novia y otros se van de putas. ¡Y esto no sirve, no puede aprobarse pero así es! Casi todos hacen cosas prohibidas por el reglamento como meter alcohol al Seminario, encerrarse en las habitaciones, etc. Las tres horas de permiso semanal otros las aprovechan para hacer algo prohibido”.
“Vivimos tiempos difíciles y de grandes cambios. Pretender que el mundo crea que todos los que se ordenan sacerdotes son célibes y ya han asumido el celibato en el memento del rito sacramental es simplemente una ingenuidad que nadie la quiere ver, y los Obispos lo saben, el mismo Papa Francisco ha decidido cerrar los ojos al tema, abatido ya por los pedófilos”.
“Exigir a los curas que vivan el celibato en sus parroquias, en donde la soledad y la falta de fraternidad sacerdotal afectiva abundan, ha traído un motivo más para que muchos sacerdotes se sigan aislando, ningún presbítero quiere ser mirado de mala forma por sus pecados. Vender la idea de una buena imagen celibataria es una obligación silenciosa exigida hoy, en un mundo que vive de fachadas en donde los fieles quieren ver coherencia y lapidan a quien es pillado”.
“La disciplina celibataria tan apreciada en tiempos pasados, en nuestra época ya no se sostiene ni en los Seminarios Mayores, ni en la realidad; pero es preciso dar la imagen. Me animé a escribir esto, y quisiera se difundan esta manera de obrar”.
Hasta aquí me lo cuenta mi amigo. Yo he tenido a lo largo de estos años otras fuentes de información de varios sacerdotes jóvenes de España. Coinciden en afirmar que se palpa el ambiente homosexual, solicitaciones “ad turpia”; cosas que en los tiempos preconciliares, hubiera sido inconcebible incluso pensar.
Es tiempo de plantearse con urgencia la ley del celibato, porque además de haber disminuido drásticamente el número de vocaciones, da la impresión de que la calidad también ha bajado. Hace tiempo se debiera haber solucionado el problema, pero “nunca es tarde si la dicha es buena”.
Ante todo, es urgente ordenar de sacerdotes a hombres casados que ofrezcan garantías de fidelidad a su esposa y a la Iglesia. Los hay. Después vendría la readmisión de sacerdotes casados que también abundan. Y por fin, una exquisita formación en los seminarios para célibes: ante todo que no sean homosexuales. El número de candidatos a la vida célibe disminuiría más y más, pero la virginidad sería auténtica, porque en caso de no poder con la carga, optarían por pasar al sacerdocio no clerical de los casados.
No se trata de seguir fomentando la caza de brujas de la pederastia: tanto revolver el estiércol, huele. Hemos de ser eficaces en la Iglesia con una renovación eficaz y sin miedos. El Espíritu Santo nos está abriendo nuevos horizontes. No los cerremos.
Josemari Lorenzo Amelibia
José María Lorenzo Amelibia Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/
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