La oración todo lo alcanza
Enfermos y debilidad
| José María Lorenzo Amelibia
La oración todo lo alcanza
Enfermo orando
A lo largo de mis años he leído mucho sobre la oración. Lo que más me ha impresionado es su eficacia: a través de ella se operan verdaderos milagros: desde sanaciones prodigiosas hasta gracias de conversión para grandes pecadores.
Mi caso concreto – del que he hablado en esta columna en más de una ocasión – es lo que más me ha impresionado. A todas las luces mi vida estaba ya más en la parte de allí que en la de aquí. Uno de los médicos que me atendía decía a otro compañero: “Todavía vive” – como algo que le llamaba la atención. Porque a la segunda operación que me practicaron de neumotórax, a vida o muerte, después de haberme colocado tres bypass, se unió la neumonía, la disfunción a un treinta por ciento del riñón y consecuente diálisis, hemorragias, septicemia… estado preagónico. Nadie daba un euro por mí.
Pero he aquí que mi esposa pidió a Dios con empeño: puso por mediador a Jesús, a la Virgen María y a su siervo el padre Nieto, un santo jesuita en vías de canonización. Ella supo cómo pidió: fue con una confianza total, sin temor al fracaso; mientras oraba sus novenas estaba segura de mi sanación porque me compró ropa, un billetero porque el de entonces estaba muy viejo y hasta un bañador. Sabía que iba a ser atendida. Lleva al Señor su petición, no porque ella así lo deseaba, sino por el convencimiento pleno de que Dios quería concederle la gracia. Y contra toda esperanza humana, aquí estoy: ya llevo doce años largos de propina.
He podido experimentar en mi propio ser el poder de la oración y no solo en este caso. Eso no quiere decir que sepa yo orar; así somos los humanos, a pesar del convencimiento, hemos de comprobar nuestra debilidad o ignorancia o la poca habilidad. Pero sí entiendo cómo puede haber personas con la fe y confianza suficientes para conseguir de Dios cuanto piden. ¡Y saben qué pedir!
Están llenos los libros de la vida espiritual de casos de verdaderos milagros. Me viene ahora a la memoria aquel titulado “Una fuente de energía” del P. Heredia S.J., libro que he leído varias veces. Era rotundo el autor: “Cristo no se ha comprometido a darnos lo que nos conviniera, sino lo que le pedimos, si lo hacemos con confianza”. Así de claro. E iba demostrando cada una de sus afirmaciones con hechos verídicos. Por eso es bueno añadir siempre a nuestra petición esperanzada: “Si conviene para el bien total de mi persona”. Con esa condición, seguro que acertamos. Y hacerlo con mucha fe, confianza, seguridad. Pienso que esa condición es muy conveniente incluir.
- José María Lorenzo Amelibia
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