Un papa puede dimitir, un sacerdote ¿no?

De Pablo Garrido Sánchez
La actual situación, en nuestro caso, sugiere una cuestión: Puede renunciar un Papa al cometido designado y aceptado en un momento determinado, y no puede un sacerdote renunciar al celibato sin verse obligado a dejar el estado clerical.


¿Es más importante el ejercicio del pontificado, o el cumplimiento de la ley eclesial del celibato? El Papa renuncia a su pontificado y sigue siendo obispo emérito por su edad, cualquiera de nosotros al ser dispensado del celibato nos hemos visto obligados a renunciar al ejercicio del ministerio sacerdotal. Benedicto XVI renuncia a su pontificado, aduciendo motivos de salud y todos le reconocemos su valía y le agradecemos el trabajo realizado.

Un sacerdote pide la dispensa del celibato, porque en conciencia así lo cree conveniente y se le considera un traidor. Al sacerdote dispensado se le exhorta a que no dé escándalo y al Papa que renuncia se le arropa y protege, cosa que me parece muy bien; pero sería de desear que se emplease la misma vara de medir para el sacerdote que por distintas razones se ve obligado a dejar su ministerio.

El sacerdote que pide la dispensa –dicen algunos- es porque ha dejado su vida de oración, pero el Papa que presenta su renuncia realiza un acto de gran humildad. Esto último lo han declarado distintos prelados. Se puede renunciar al papado y se genera una corriente de comprensión inmediata, pero si un sacerdote pide la dispensa de celibato la institución eclesial tiene muy bien formuladas las prescripciones descalificatorias más excluyentes. Podríamos seguir señalando las diferencias de trato y consideración, y poniendo de relieve la flagrante injusticia que la institución comete con los sacerdotes que solicitamos la dispensa de celibato, pero así son las cosas.


José María Lorenzo Amelibia
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