El que pide, necesita y agradece

Enfermos y debilidad

El que pide, necesita y agradece

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  Agradecer          

Muchas veces hemos visto en las iglesias personas encendiendo velas a un santo; piden porque se encuentran mal, porque quieren estar bien, porque esperan incluso el milagro. También gente no practicante se acerca a los templos para suplicar. Todos deseamos salir de la angustia, curar de la enfermedad, o la salud para nuestros enfermos.

 Hace unos años visité la catedral de Sevilla en los últimos días de octubre. Me sorprendió ver colas de gente que se acercaban a un santo. Pregunté y me respondieron: “Hoy es San Judas Tadeo, el apóstol bueno de Jesús; el abogado de los imposibles; y por eso vienen tantas personas a pedir algo que nunca habían conseguido”. También otros muchos acuden a Santa Rita, la otra abogada de los imposibles. La necesidad obliga a todos; nos hace confiar y poner todos los medios a nuestro alcance.

 Los necesitados y débiles pedimos y suplicamos. Hacemos muy bien. Pero ¿cuántos se acuerdan de agradecer, una vez conseguido el deseo? Siempre me viene a la memoria el Evangelio de los diez leprosos: uno solo fue a reconocer a Jesús el inmenso beneficio recibido. “Los otros nueve, ¿dónde están?” La ingratitud es un vicio de mal nacidos; de gente convencida de que todo se les debe, y ellos nada han de dar a cambio; ni siquiera las gracias.

 Es necesario reflexionar en nosotros mismos. ¿Cómo me siento cuando hago un favor grande y por respuesta recibimos el silencio, o peor aún, el desprecio? Me contaba un amigo: “Tuve un alumno minusválido. Por él me desviví: le dediqué muchas horas extra para ponerlo al corriente en cuestiones muy importantes para su vida. En una ocasión lo encontré por la calle. Me paré a saludarlo, pero él volvió la cabeza y siguió”. No será muy frecuente este hecho, pero se da. ¿Y con Dios, cómo somos? ¿Ya nos acordamos de agradecerle cuanto nos concede?

 Qué pena aquellos que acuden Santa Bárbara cuando truena, a San Judas o Santa Rita encienden velas para conseguir una gracia, pero después… ¡si te he visto no me acuerdo! En lo humano y en lo divino hemos de ser agradecidos. Si somos débiles y necesitados, también hemos de ser reconocidos.

José María Lorenzo Amelibia  

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