El dos de octubre de 1970 abría sus puertas el colegio de San Ignacio de Vitoria. Allí entraba yo tan despistado como un alumno de primero. El director a nadie me presenta en el primer momento de mi llegada. Me encuentro cohibido. Durante unos meses he de vivir una doble vida: aquí soy el maestro de un grupo de niños; visto de traje y corbata. En Loroño sigo siendo el párroco del pueblo.
Percibo la frialdad en el ambiente del Centro. Da la Impresión de que todos se conocen y por otra parte de que nadie se ha visto jamás. Todo respira profesionalidad frailuna, aire marcial. Los maestros ponen en formación a los niños con gritos militares: ¡Firmes! ¡Cubrirse! Esto no me va. No lo haré jamás.
Han colocado una sirena de estridente sonido, que recuerda una fábrica o la llegada de aviones enemigos. Subo a mi aula con niños muy pequeños, los de primero. No hay mesas ni sillas; el suelo está sucio; todavía no han limpiado las manchas de pintura.
Provisionalmente mi madre y yo vivimos con mi hermano hasta que encontremos piso. La vivienda es reducida, pero alegre y soleada, próxima al colegio. Nos acogen con calor. Tienen ya una familia constituida; son cinco.
El día de la Virgen del Pilar trasladamos los muebles. Poco a poco, sin cortes bruscos, agotaba las hojas de calendario del ministerio sacerdotal. ¡Qué distinta la actividad del párroco de la del maestro! Cada vez comprendo menos por qué no dejarán casarse a los sacerdotes. Todo se complica. Y menos mal que con mis 36 años me siento joven y con capacidad de acomodarme.
José María Lorenzo Amelibia
Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com
Mi blog: http://blogs.periodistadigital.com/secularizados.php
Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari Lorenzo Amelibia
Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2