El trato a obispos y presbíteros casados no ha sido ni es misericordioso La Iglesia se deja llevar de la tentación del poder, y no respeta la justicia, “el primer paso, necesario e indispensable” (Mv 10). El trato a los sacerdotes casados no es “anuncio y testimonio hacia el mundo de tener misericordia” (Ibid.) Su actuación con obispos y presbíteros casados es causa evidente de pérdida de credibilidad: “La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo” (Ibid.). En este asunto, no “se ha hecho cargo de las debilidades y dificultades de nuestros hermanos” (Ibid.) para mantener el celibato, y les ha aplicado con rigor la ley, sin alternativa evangélica, conforme con su preparación y vocación.
A veces ni siquiera opción humana. Para ello necesitaba abolir la ley. Y ha preferido la ley a la vida de las personas: “ha hecho al sacerdote para la ley, y no la ley para el sacerdote” (Mt 12, 7-8; Mc 2, 27; Lc 6,5). Esta es la triste historia del trato a los sacerdotes casados. Éstos, a pesar de su conciencia acorde con el evangelio, han sido expulsados del ministerio. No ha importado la aceptación del Pueblo de Dios, ni la débil y cuestionable fundamentación bíblica y teológica, ni el funcionamiento azaroso, ni el cumplimiento problemático, ni las razones iniciales maniqueas y luego ideológicas, económicas, o de poder...
Relean este texto papal (Mv 12) mirando a los miles de sacerdotes “desaparecidos”: “La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona. La Esposa de Cristo hace suyo el comportamiento del Hijo de Dios que sale a encontrar a todos, sin excluir ninguno... Es determinante para la Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella viva y testimonie en primera persona la misericordia. Su lenguaje y sus gestos deben transmitir misericordia para penetrar en el corazón de las personas y motivarlas a reencontrar el camino de vuelta al Padre. La primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo... Donde la Iglesia esté presente, allí debe ser evidente la misericordia del Padre... Cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia”.