Construyendo la nueva humanidad

En la versión no oficial de las conclusiones de “Aparecida”, la reunión del Episcopado Latinoamericano, se nos ofrece una auténtica perla que ilumina la realidad y la necesidad del diálogo interreligioso, del que el papa Benedicto XVI es sin duda un abanderado.

Dice que “el diálogo interreligioso, además de su carácter teológico, tiene un especial significado en la construcción de la nueva humanidad: abre caminos inéditos de testimonio cristiano, promueve la libertad y dignidad de los pueblos, estimula la colaboración por el bien común, supera la violencia motivada por actitudes religiosas fundamentalistas, educa a la paz y a la convivencia ciudadana: es un campo de bienaventuranzas en la huella de la Doctrina Social de la Iglesia”.

Este aporte a la construcción de la nueva humanidad, -del Reino, diríamos en cristiano- nos lleva a descubrir en el otro una fuente de riqueza y a la vez una oportunidad de mutuo enriquecimiento. Cuando somos capaces de vencer las barreras que nos dividen, y de dar el paso hacia “el otro”, descubrimos que es una persona, que posee idéntica dignidad que uno, y que también tiene algo que ofrecer. El diálogo interreligioso, es ante todo, un diálogo entre personas. Cuando perdemos esta dimensión, nacen los fundamentalismos, las descalificaciones, y sobre todo, la soberbia y la autosuficiencia.

Cuando descubrimos los rostros que hay detrás de las religiones, somos capaces de crear complicidades, de practicar la proximidad, y desde esta cercanía trabajar juntos por aquello que nos une, ¡que es inmensamente más que lo que nos pueda dividir o alejar!

Estamos convocados a ser los constructores de una nueva humanidad, una humanidad reconciliada, en la que superando el egoísmo, seamos capaces de sumar en arras del bien común que siempre es más perfecto.

El seguimiento de Jesús, y la pertenencia a la Iglesia, que es católica –universal- nunca nos puede llevar a desentendernos de nuestros hermanos, sean de cualquier raza, religión o condición social. Al contrario, Jesús nos invita a anunciar la Buena Noticia del Reino, que no es otra que el Padre nos ama, y que la única ley es la del mutuo amor.

No deja de ser reconfortante oír una voz autorizada como la de los obispos Latinoamericanos, que ilumina esta hora actual en la que no siempre éste diálogo es bien visto y menos aprobado. Un diálogo que nos permite ponernos en la piel del otro y descubrir su sed de Verdad, y todo lo que lleva a sus espaldas, al tiempo que nos da la oportunidad de compartir el don de la fe que hemos recibido y que nos abre a dialogar con todos.
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