El Consejo de Analistas Católicos de México da a conocer su posición ante la crisis

DICIEMBRE 16, 2008 / COMUNICADO DE PRENSA
¿Qué está pasando con la sociedad global en general, pero muy particularmente con la sociedad mexicana? ¿Qué enfermedad social nos afecta? Respondamos estas preguntas y después juzguemos si los medios empleados para hacer de la sociedad algo más justo, son realmente acordes con el fin que pretendemos alcanzar.
México, pasa por una crisis de falta de credibilidad política, de confianza educativa, de inseguridad y la más fuerte a estas fechas, de economía frágil e inestable que podría llevar a esta nación- según especialistas- a una recesión.
Hoy, se libra una guerra contra enemigos anónimos, bien conocidos pero sin rostro específico que se valen del poder del dinero, de la corrupción, del narcotráfico y del terror provocando zozobra y desaliento en los habitantes de la República. A pesar de los esfuerzos del gobierno por acabar con esta violencia, se ha pasado la factura cobrando miles de víctimas entre ciudadanos, funcionarios y los capos del crimen organizado.
NADIE... por muy capaz que sea y por mucha voluntad que tenga, podrá él solo luchar contra el fenómeno de la violencia. NINGUNA fuerza policial, preventiva o represiva, podrá por sí sola luchar contra este fenómeno. Es sólo el conjunto de la sociedad, unida en todos sus componentes, civiles, policiales y políticos, la que tendrá algún chance de revertir la actual situación. Creemos que falsas brechas entre ciudadanía organizada y fuerzas policiales, entre sociedad civil y sociedad política, solucionarán los problemas.
Nos alborotamos por la gran inseguridad que vivimos en el país; reclamamos con marchas espectaculares la defensa de nuestros derechos de seguridad, pero no vamos al meollo del problema, o sea, a las raíces de los males morales.
Por lo que respecta al sistema político-económico, este parece haber fallado al haber creado expectativas falsas que nos han desanimado para seguir construyendo un futuro cierto para México.
El fenómeno globalizador, ocasiona que México padezca los efectos económicos nocivos que han beneficiado a unos pocos y que han lastimado a muchos. Las familias buscan primordialmente mantener su endeble economía para sostener su hogar. El sistema económico ha provocado la opresión de los pobres y ha defraudado la justa paga de cualquier trabajador. Los ancianos experimentan escandalosa miseria, no se les retribuye con una pensión justa, que les brinde el derecho a una ancianidad feliz y tranquila.
Por otro lado, como sociedad hemos fallado y de forma personal no somos congruentes con la fe que decimos profesar, lo que ha llevado al desencanto y al sin sentido de la vida, redundando en la ausencia del compromiso social y de la solidaridad.
Contra la falsa propuesta del laicismo que dice que los cristianos no tienen derecho a participar en la renovación nacional desde la fe de Cristo, el Consejo de Analistas Católicos de México observa, en “esta hora dramática” de nuestra historia, el momento decisivo para proponer y transformar la realidad de nuestra nación y “desarrollar con creatividad -como lo expresó el CEM en el mensaje final de la LXXXVI Asamblea Plenaria- nuevos y más eficientes métodos y formas de presencia cristiana en el mundo”.
Ante los signos de desesperanza y frustración, daremos razón y testimonio público de la fe para desterrar la concepción falsa de que los cristianos vivimos en una religión marginal e irrelevante que nada tiene que ofrecer a México. Anunciaremos a “Cristo al interior de los más diversos ambientes, estructuras e instituciones” (CEM).
Ciudadano, si no estás dispuesto o no tienes la voluntad para trabajar por México, deja que otro realice el trabajo, pero si lo que te faltan son fuerzas o ideas, ¿en qué te puedo ayudar? Así el sistema contará con sus colaboradores desde la sociedad civil.
Como conclusión final, recalcamos que para solucionar los problemas económicos, políticos, educativos y de inseguridad no se resolverán con magia gubernamental, ni con manifestaciones multitudinarias o amenazas de ‘pena de muerte’. Se soluciona con largos, perseverantes, inteligentes y sólidos procesos de formación de la conciencia moral de nuestro pueblo. Y es exactamente lo que más nos hace falta y que no estamos atendiendo con seriedad, determinación y clarividencia, desde ya mucho tiempo.