"¿Qué sucede cuando al interno de la Iglesia, se denigra a las mujeres...?" Directora de prensa de la CEM lanza provocadores cuestionamientos a obispos de México

Directora de prensa de la CEM lanza provocadores cuestionamientos a obispos de México
Directora de prensa de la CEM lanza provocadores cuestionamientos a obispos de México

*Los seres humanos necesitamos de signos para revivir la redención: “Día tras día experimentamos los estragos de la globalización” e inclusive “somos actores de varios flagelos” circunstancias que nos hacen tomar el papel del apóstol Tomás para meter el dedo en las llagas del resucitado.

En el marco de la 110 asamblea de la CEM, la directora del departamento de prensa,  Janet Guadalupe Pedraza Delgadillo, dirigió una reflexión a los prelados reunidos virtualmente en esta semana de reflexión dedicado especialmente a la crisis derivada de la pandemia y el complicado ambiente electoral hacia las elecciones intermedias del 6 de junio.

Bajo el título “La redención como una nueva manera de relacionarnos”, la especialista hizo hincapié en la naturaleza y sentido de ser Iglesia que tiene sus raíces en la redención realizada por Nuestro Señor y como evento en la historia que no se acaba ni agota por circunstancias humanas.

No obstante, reconoce que, a pesar de esta realidad salvífica, los seres humanos necesitamos de signos para “revivir” la redención: “Día tras día experimentamos los estragos de la globalización” e inclusive “somos actores de varios flagelos” circunstancias que nos hacen tomar el papel del apóstol Tomás para meter el dedo en las llagas del resucitado y “volver a vivir conscientemente la redención de Jesús porque es en la redención como comprendemos nuestra propia salvación” para palparla “sustancialmente” particularmente en la Iglesia misma.

Sin embargo, los signos de esperanza y fe en la redención pueden desvanecerse dado estas situaciones afectando especialmente los vínculos de unidad en la Iglesia cuando hay actitudes que pueden “privar a experimentar la salvación y la revelación de Cristo”. Así, cuestionó puntualmente a los obispos reunidos virtualmente:

¿Qué sucede cuando algunos miembros de la Iglesia se atacan entre sí, pretendiendo imponer su forma de creer frente a otros. ¿Qué sucede cuando al interno de la Iglesia, se denigra a las mujeres, a los migrantes, a los pobres? ¿Qué sucede cuando hay hostigamiento por parte de algunos miembros? ¿Qué sucede cuando nuestros líderes callan en vez de denunciar? ¿Qué sucede cuando menores y personas vulnerables son abusadas físicamente? ¿Qué sucede cuando hay encubrimiento, abuso de poder, perjurio, etc?

Ante esas potenciales actitudes dañinas, Pedraza Delgadillo afirma que es en la Iglesia, y especialmente en sus pastores, donde podemos conocer al redentor y para esta sea lugar donde se exprese el sentido de Madre sin favoritismos velando por sus hijos en la enfermedad: “Como madre sea la primera en levantarse y la última en dormirse con tal de ofrecer las mejores condiciones para la familia”, lugar “en donde se recibe la salvación traída por Jesús, comunidad de aquellos que, habiendo sido incorporados al nuevo orden de relaciones inaugurado por Cristo puedan recibir la Plenitud del Espíritu de Cristo”.

En la conclusión de su reflexión a los obispos, la directora de prensa de la Conferencia del Episcopado Mexicano afirma:  “La credibilidad de la Redención, de los que nos decimos sus discípulos, se juega en el estilo de nuestras relaciones interpersonales, en el modo en como tratamos a los demás, en lo que el sufrimiento ajeno nos afecta y nos mueve a la justicia y a la misericordia. De lo contrario, la Redención será un concepto teórico que a nadie dice nada en la vida”.

Enseguida, la reflexión íntegra de Janet Guadalupe Pedraza Delgadillo como fue publicada en el sitio de la Conferencia del Episcopado Mexicano:

Janet Guadalupe Pedraza Delgadillo

Directora del Departamento de Prensa de la Conferencia del Episcopado Mexicano

Señores Cardenales, Arzobispos y Obispos del Episcopado Mexicano, Sacerdotes, religiosas y laicos que nos acompañan:

Los saludo cordialmente, y les agradezco la invitación a participar en esta CX Asamblea Plenaria.

En medio de este mundo que corre sin rumbo común y en medio de la actual pandemia,  los católicos contemporáneos seguimos  declarando abiertamente a través de nuestro credo y de nuestros ritos, que asumimos como dogma central de nuestra fe: la redención, que en Jesucristo no se agota -como cita el Proyecto Global de Pastoral-, ni en lo humano, ni en la creación, porque “la salvación que Jesús ofrece es para todos los hombres”.

Sin embargo, nosotros, los creyentes de a pie, que día tras día experimentamos en carne propia los estragos de la globalización y que somos inclusive, actores primarios de varios de los flagelos que el Papa Francisco enumeró en Fratelli Tutti, recurrentemente necesitamos –a modo de Santo Tomás- ¡meter el dedo en la llaga! (Jn 20, 19-31) ¿Para qué?...  Para poder volver a vivir conscientemente la redención de Jesús, porque es en la redención como comprendemos nuestra propia salvación.

Nuestra incredulidad humana que sale a flote, nos hace sentir en varios momentos, la necesidad de palpar o experimentar sustancialmente esa redención que se ofrece a través del amor del crucificado y resucitado. Y el espacio idóneo que encontramos para sentir y comprender esta redención es en la Iglesia misma; con sus miembros (obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos), con sus sacramentos, con su actuar.

Pero, ¿Qué sucede cuando algunos miembros de la Iglesia se atacan entre sí, pretendiendo imponer su forma de creer frente a otros. ¿Qué sucede cuando al interno de la Iglesia, se denigra a las mujeres, a los migrantes, a los pobres? ¿Qué sucede cuando hay hostigamiento por parte de algunos miembros? ¿Qué sucede cuando nuestros líderes callan en vez de denunciar? ¿Qué sucede cuando menores y personas vulnerables son abusadas físicamente? ¿Qué sucede cuando hay encubrimiento, abuso de poder, perjurio, etc?

Lo que sucede es, que privamos a alguien de experimentar la salvación y la revelación de  Cristo.  

Así pues, nosotros los católicos de la Iglesia y muy en especial los pastores, podemos llegar a conocer y a dar a conocer al Redentor, para que  la Iglesia sea el lugar en donde se recibe la salvación traída por Jesús, comunidad de aquellos que, habiendo sido incorporados al nuevo orden de relaciones inaugurado por Cristo puedan recibir la Plenitud del Espíritu de Cristo (PGP 136).

Urgimos pues, de una Iglesia de puertas abiertas que pueda presentar a Jesús vivo como Redentor de los hombres. El Padre nos ha hecho hijos suyos redimiéndonos mediante la voluntad de Cristo (Mc 14, 24). Y apremiamos una Iglesia sínodal, materna, no clericalista.

Una Iglesia que como madre sea fecunda; que como madre sea protectora; que como madre sepa educar y acompañar a sus diversos hijos en sus diferentes procesos formativos; que como madre, otorgue una crianza positiva y amorosa a sus hijos; que como madre, no conceda favoritismos o distinga entre sus miembros; que como madre vele y acompañe en la enfermedad a sus hijos; que como madre, se quite el alimento de la boca para dárselo antes a sus hijos hambrientos; que como madre sepa administrar el sustento de la familia; que como madre sea la primera en levantarse y la última en dormirse con tal de ofrecer las mejores condiciones para la familia; que como madre, sepa consolar y escuchar, que como madre sepa dar testimonio con su actuar. No olvidemos que la Iglesia en su maternidad expresa su femeneidad y abre sus campos de acción y vocación para que todos los hombres y mujeres los puedan vivir en toda su dignidad.

Si se da entonces que logremos manifestar a nuestra Iglesia con un sentido maternal, esta Iglesia se reafirmará imperativamente, todas las veces frente al católico incrédulo, como: transmisora de la redención.

La Iglesia en México, es testigo fiel de los milagros, la conversión, y el amor maternal más grande que pueda existir.

Con la manifestación amorosa de la Virgen de Guadalupe a nuestro pueblo, tenemos la responsabilidad de testimoniar la obra redentora de Jesucristo, del mismo modo como Él realizó la Obra de la Redención: con la palabra y con el testimonio.

En la autodonación libre y por amor, desde el compromiso por el sufrimiento del otro, en la compasión y en la solidaridad. Al final, la credibilidad de la Redención, de los que nos decimos sus discípulos, se juega en el estilo de nuestras relaciones interpersonales, en el modo en como tratamos a los demás, en lo que el sufrimiento ajeno nos afecta y nos mueve a la justicia y a la misericordia. De lo contrario, la Redención será un concepto teórico que a nadie dice nada en la vida (PGP 135, 136).

Y si hay un lugar en donde los católicos podemos constatar la redención, este es en la Iglesia, porque la Iglesia no tiene otra luz que la de Cristo (Catecismo de la Iglesia Católica, 748), con su buen trato, con su testimonio, con su donación, con su paciencia, con su comunión y con su discipulado.

La Iglesia, entendida como Pueblo de Dios, es en donde se logra vivir en plenitud la salvación redentora.

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