La festividad de catedral metropolitana sin el cardenal Carlos Aguiar Fiesta de la Asunción, desconsuelo y desolación…

Fiesta de la Asunción, desconsuelo y desolación…
Fiesta de la Asunción, desconsuelo y desolación…

¿Qué pudo ser más importante para que el arzobispo primado de México se ausentara de su catedral? 

María al cielo asunta, la Madre de Cristo no murió, durmió para subir a Dios. Y cómo no festejar esa verdad revelada, como diría Pío XII, que nos hace pensar que la celeste Reina está unida del Rey de los cielos.

En la arquidiócesis primada de México es de las fiestas grandes. Es la Señora patrona de catedral metropolitana; en torno a Ella, virreyes y guardianes, arzobispos y canónigos, clero secular y regular, miles de fieles quienes, con el paso de los siglos, se han postrado ante la Señora de la Alegría.

Los siglos hicieron perenne el encuentro de millones de fieles y clero en torno a su pastor; ahí en la Iglesia principal, el sucesor de Juan de Zumárraga celebraba este dogma y misterio refrendándose año tras año, por lo menos eso se creía hasta hace poco tiempo.

Lo que ha pasado en esta solemnidad de la Asunción en la Iglesia de México es síntoma de la indecible condición de un cuerpo que ha perdido la cabeza. La alegórica frase vino de una persona sencilla y compungida: “Esto es una absoluta desolación…” y en eso se ha convertido la arquidiócesis que fuera la más influyente del país desde la llegada de su Eminencia, don Carlos.

Al punto cuestionante, no se puede entender cómo ese arzobispo de la pastoral real y de los caminos de renovación ha puesto, en tan poco tiempo, a esta Iglesia prácticamente en un punto sin rumbo, casi al borde del precipicio; más ocupado por la abundancia, su transformación ha optado por las veredas de la improvisación, la facilona chabacanería, la rimbombante pastoral de los slogans, salpicada de la diamantina arcorirs; del olvido y desprecio por la piedad popular y la conveniente ignorancia de la tradición.

La festividad de la Asunción no fue lo de antes. ¿Cómo no dejar de advertir los gestos y mirada apesadumbrada de los ministros quienes avanzaban en una procesión sin cabeza? Miradas perdidas intentando responder a la realidad para contrastarla con el tempo antaño donde cientos anhelaban vivir en la Iglesia madre, con cantos de amor, de amor devoto y sincero, el amor a la Madre.

En la procesión avanzan los dos cabildos; caras nobles y otras, no tanto en la nueva jerarquía aguiarista con monseñoratos de chocolate y papel; de los amigos del ausente cardenal, con el colofón de obispos auxiliares sobrevivientes de la purga sinodal aguiarista; un flamante obispo del clero de Tlalnepantla, fervoroso creyente de las “reformas” de don Carlos, obvio convencido, pero que en la realidad, parece usar una mitra demasiado grande apabullado por la gran Iglesia y su catedral.

Antes, los fieles, estiraban cuello y agitaban sus brazos para llamar la atención de sus sacerdotes o alcanzar la bendición paternal del pastor quien, con báculo en mano, trazaba la cruz invisible en el aire para bendecir y consolar. En catedral se levantó barrera que no se puede ver. El pueblo de Dios mira, pero con desconfianza, no es lo mismo que hace algunos años. Algo ha pasado desde que llegó el “todoterreno”.

¿Qué ha pasado que no hay algarabía? Si es la fiesta de la Madre Asunta a los cielos… Pero todo viene desde la cabeza y “desparrama”. ¿No dijo alguien del arzobispo de México que era un hombre penetrado por la palabra de Dios?Entonces ¿Por qué no celebró con su pueblo una verdad que ha sido revelada?

Mientras avanza la procesión, alguien tuvo que sacar la casta. El delegado personal de su Eminencia, el joven obispo auxiliar y quien presidirá la santa asamblea, porta la mitra y el báculo con sencillez bajo convicción reflejada en la sincera sonrisa que comparte y es correspondida por los fieles. Comprende y conoce la arquidiócesis, pertenece a ella…

¿Dirá algo el joven auxiliar acerca de la ausencia del amigo del Papa Francisco? Dicen que anda en su terruño amado, allá donde se siente más a gusto. No es raro. Desde Tlalnepantla, era conocido como el arzobispo ausente. Vivía más fuera de su sede que en ella. Dice que la conocía bien, pero es el mismo cliché que usó cuando dijo que a esta Iglesia hay que conocerla en la entraña y ser arzobispo me va a permitir adentrarme en la vida de la arquidiócesis… ¿No es contradictorio? ¿Cómo adentrarse en la vida de esta Iglesia si no comparte su historia, tradición y gloria? ¿No conoce cómo sus antecesores, tributaron loas y honor a la Madre asunta? Y el primer celo que les arrebató era proteger y honrar a su sede catedral…

La celebración transcurre en el esplendor de la liturgia, pero en los sacerdotes hay un sopor que no pasa inadvertido. Miradas perdidas, clavadas en el piso o mirando a los ábsides y arcos como pidiendo una señal de cielo… ¿Cómo pudo pasar esto? En el eco de los milenarios muros, resuena el parsimonioso timbre del obispo quien inició la homilía afilada como espada gracias a su vocación filosófica para comprender el significado de un día luminoso.

Lo cortés no quita la valiente… A nombre del señor arzobispo, cardenal Carlos Aguiar, un saludo y felicitación… dijo el obispo auxiliar. La festividad de este día sólo puede ser resumido en la alegría de quien dijo sí… Lo que vemos en María como un hecho, es la realización de lo que nuestra mirada de fe contempla con esperanza… Paradójicamente, se ve lo contrario. Y como si pesara en el ambiente, la bien calculada, elegante y puntillosa homilía del obispo parece descifrar lo que en el fondo gritan los muros de catedral: María nos enseña que Dios se sigue haciendo presente entre nosotros de la misma forma que es el Dios que enaltece a los humildes y a los hambrientos los colma de bienes… ¿En cuántas cosas la humanidad quisiera que alguien, tal vez sin aceptarlo la Iglesia, estuviera ahí para sostener la esperanza cuando parece que se acaba? Cuando los signos de dolor y de muerte abundan, cuando parece que el mal triunfa y tiene la última palabra… ¿Cómo es que Dios sigue actuando…? El Evangelio de necesita de conceptos ni de palabras huecas… Muchos más son los signos de bondad humana…

¿Qué pudo ser más importante para que el arzobispo primado de México se ausentara de su catedral? ¿Acaso una enfermedad? Sería lo más comprensible, pero imposible… dicen que por su disciplina y por su estilo de vida, es un hombre muy sano, realiza ejercicio todos los días, su rutina por las mañanas y durante los fines de semana, es tan cuidadoso en esto que difícilmente se enferma…Hasta en eso es inmune ¿Una urgencia familiar? Todos hubiéramos pedido por él. ¿Una encomienda papal? Todos lo habríamos sabido.

Al finalizar la celebración todo vuelve a ser como antes, los acordes del Cantate Dominum se disuelven en las piedras milenarias, pero en el corazón queda la sensación de que la casa, el hogar donde la Iglesia ejerce su maternidad, no tiene quien la cuide. Efectivamente, la festividad de María para salir a la vida y cristalizar la fe -diría el joven obispo- en realidad dejó una sensación de desconsuelo y desolación…

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