Nuevo camino de fe y esperanza para Ecatepec: Mons. Domínguez Couttolenc

Felipe Monroy / SIAME. 19 de julio.- El traslado de la rural diócesis de Tlapa, Guerrero, a la masivamente urbanizada diócesis de Ecatepec, Estado de México, que el Santo Padre Benedicto XVI ha querido para Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolec va más allá del cambio del verde por el gris o la montaña por el asfalto; para el nuevo obispo electo se trata de “un nuevo camino de fe y esperanza”.

Entrevistado “antes de que salga a la montaña donde no hay teléfono ni Internet”; Mons. Domínguez comparte con Desde la fe el sentimiento que le provocó el anuncio de su traslado y la publicación de la noticia ayer 17 de julio: “es un sentimiento de fe; y es que como resultado de la fe y la esperanza también está la obediencia. Nos queda aceptar el designo de Dios, a veces no lo entendemos pero lo aceptamos, en mi caso lo acepto con obediencia”.

—¿Qué le adelanta a la diócesis de Tlapa que lo estará despidiendo en las próximas semanas?

—Aquí a mis hermanos de la Iglesia peregrina en Tlapa quiero decirles que me han enseñado a ser Pastor. Caminamos juntos las montañas, fuimos juntos los sacerdotes, religiosas y laicos, y estoy muy contento por eso. Para mí es una diócesis muy hermosa y, como Pastor, me ha ensañado que es un ministerio que se debe realizar desde muchas perspectivas pues no es sencillo. La diócesis está formada por un 80 por ciento de pueblos originarios, con comunidades de difícil acceso y con caminos difíciles, no es una diócesis sencilla; pero la gente me enseñó a caminar con ellos. En estos cinco años logramos terminar el plan diocesano de Pastoral que tiene iniciativa, luces y esperanza. Estoy seguro que ese plan, quien venga lo revisará, lo afirmará o lo cambiará, pero será algo extraordinario porque se va a encargar de ese camino que vamos llevando.

—¿Ha sido satisfactoria esta experiencia en Tlapa?

—Yo creo que sí, la satisfacción de haber hecho lo que mis fuerzas me han permitido y que el Señor quiso que hiciera. Con todo, hay mucho trabajo aún por hacer; pero no por eso voy a estar triste. Ha sido Dios quien marcó el camino. Yo nunca le pedí a Dios venir a Tlapa, nunca le pedí ir a Ecatepec, él es el que me manda, yo sólo soy su administrador.

—Frente a una muy compleja diócesis de Ecatepec, ¿qué plan tiene para iniciar su ministerio apostólico allá?

—El camino en la diócesis debe ser un nuevo camino de fe y esperanza. El punto clave y el reto es caminar juntos, construir el Reino con las exigencias del tiempo. Creo que es muy importante el poder asegurar esto. Hay algo diferente: en Tlapa hay tres etnias, cuatro si se cuentan los mestizos, y somos un poco menos de medio millón de personas; allá en Ecatepec tendré casi dos millones de fieles de zona urbana. Pero el sentimiento que tengo es querer ir a la mies, ser pastor allá.

Hay retos que hay que afrontar. Si en Tlapa tenemos los municipios más pobres de la república mexicana y muchachos entre 18 y 20 años que no hablan español; allá el reto de la evangelización es enorme, en la ciudad debe haber una propuesta específica del Reino, que es la paz que tanto anhelan nuestros corazones. El corazón de quien vive en Ecatepec es como el que vive en la montaña, es el mismo; como misionero en Kenia, le dije a la gente: ‘tu sangre es color roja aunque tú seas negro, igual la mía, que soy blanco, más bien moreno’. Todos estamos necesitados de amor, de paz y de justicia”, concluyó.
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