Obispo de Cuernavaca: Hay dolor angustia e incertidumbre en el momento político de México



*Iglesia de Cuernavaca peregrinó al Tepeyac este miércoles 9 de mayo.

*Mons. Ramón Castro Castro pide reconocer los signos de la herencia divina en Santa María de Guadalupe.

*Llama a hacer lío para tener paz.



Guillermo Gazanini Espinoza / La diócesis de Cuernavaca cumplió su cita anual. Este 9 de mayo caminó al Tepeyac encabezada por su pastor, Mons. Ramón Castro Castro, quien puso a las plantas de la Madre de Cristo necesidades y urgencias, también gozos y esperanzas de esa Iglesia en el Estado de Morelos.

La peregrinación, en la víspera del día de las madres, tuvo una notable carga de confianza filial hacia la Morenita, lo cual fue reflejado en la extraordinaria homilía del “Mensajero de la paz” en el Santuario abarrotado de devotos cristianos que incluso vinieron a pie desde Morelos para hacer realidad este encuentro de amor misericordioso.

Fieles y presbiterio en torno al pastor pusieron el “corazón alegre por las experiencias extraordinarias del amor de Dios y cargado de súplicas”; postrándose ante la guadalupana, el obispo de Cuernavaca encomendó los nombres de hermanos y hermanas que sufren a causa de la enfermedad, la soledad, el hambre, por el desempleo, por la injusticia, la corrupción e impunidad y de modo particular a quienes sufren violencia y muerte.

La homilía tuvo por marco el extraordinario acontecimiento de 1531 cuando la Virgen pidió a san Juan Diego la erección de una Casita sagrada donde todos irían a encontrar refugio para consolar penas y sanar heridas. “Venimos con nuestro dolor y angustia”, diría el pastor, especialmente en los momentos de incertidumbre política ante la inminente jornada electoral de julio: “Lo tomamos muy en serio, venimos con nuestro dolor y angustia, con todo lo que nos hace sentir preocupados y con incertidumbre, particularmente en este período de elecciones políticas y de incertidumbre por el futuro de México”.

Mons. Castro recordó todos los testimonios de personas que sufren la tragedia, el dolor, impotencia y desesperanza. Todo eso “se va apoderado de gran parte de nuestra sociedad… parece que la injusticia se repite una y otra vez en nuestra historia”.

Así el obispo hizo una breve referencia al pasado de nuestro pueblo cuando fue impactado por el encuentro de dos mundos en el siglo XVI, un hecho “demoledor” donde hubo profundas contradicciones mientras los europeos profesaban una religión que contradecía su proceder. Lo comparó con los tiempos actuales cuando los delincuentes, quienes se dicen guadalupanos, matan a sus hermanos.

En tiempos de zozobra e incertidumbre, Mons. Castro hizo especial referencia al primer obispo de México, Fr. Juan de Zumárraga, quien solicitó la urgente intervención de Dios en lo más aciago de la historia. En Santa María de Guadalupe está el cumplimiento de la palabra divina para consolar y asistir al sufriente como respuesta a las plegarias del Zumárraga: “Hoy lo hacemos desde este Santuario, sabedores de las promesas que Santa María de Guadalupe hizo en la persona de san Juan Diego”.

Relatando de nuevo el consuelo plasmado en el Nican Mopohua, Castro Castro dio un salto en la historia hasta febrero de 2016 cuando el Papa Francisco dijo en el recinto sagrado que el acontecimiento guadalupano revelaba un nuevo amanecer como el sucedido en esa mañana de diciembre de 1531. Dios despertó la esperanza de su Hijo para los sufrientes y de todos los que no tienen un lugar digno en esta tierra: “En ese amor, Dios se acerca al corazón sufriente, pero resiste ante tantas situaciones dolorosas, de madres, padres, de abuelos que han visto partir e incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos…”

Santa María de Guadalupe vino a una nación gestante entre “sufrimientos, enfermedades, malos tratos, injusticias, muerte…” Sin embargo, la presencia de Cristo en nuestra historia es la herencia de este acontecimiento a pesar de los signos de destrucción. Según Mons. Castro, hay elementos concretos del cumplimiento de este hecho en nuestra historia que el creyente debe reconocer: “Compañía, amor, fraternidad, paz”.

Abundando en lo anterior, el acompañamiento es muestra de cómo Santa María encuentra a san Juan Diego en el cerro del Tepeyac, símbolo del pueblo en gran infortunio y desolación. En nuestro momento particular es Ella quien sale “y está en camino” atendiendo a los más vulnerables.

Al abundar sobre la fraternidad, hizo hincapié en el sentido de la comunión que lleva a la solidaridad, el perdón, la reconciliación y el servicio. La verdadera hermandad es el reflejo de la sed en la búsqueda de genuina justicia de paz y honestidad para proyectarlo hacia el amor como otra de las características de esta herencia entregada: “María quería una Casita en el cerro-punta, cerro-corazón. Una casa en el cerro como signo de lo bien fundamentado…” Es la señal de la nueva civilización del amor para desterrar odio, rencor y violencia, es un reino de paz como el definitivo eslabón de esta cadena de promesas.

Con especial deferencia y en actitud de aquel que se sabe hijo ante la Madre, Mons. Castro encomendó todas las obras y propósitos de la diócesis de Cuernavaca. Entre ellos, la apertura de la tercera fase del Plan Diocesano de Pastoral que constituye a Iglesia de Morelos en estado de Misión Permanente desde el 13 de mayo. Para ello, encomendó a todo el presbiterio para estar en sintonía y responder a los retos de la Evangelización en corresponsabilidad con los laicos a los que comparó como “gigante dormido”. De esta forma, el obispo hizo mención al nacimiento del Consejo Diocesano de Laicos que dará un papel preponderante en la acción de evangelización que el laicado tiene en virtud de su bautismo.

De igual forma puso en las manos de la Madre de Cristo la realización de la Caminata por la Paz a realizarse en 2 de junio próximo como “muestra de la expresión de todo un pueblo que busca incansablemente la paz y la justicia, que pide por la familia y la vida”. La Caminata no tiene más que la buena voluntad de miles de ciudadanos y creyentes que quieran sumarse a esta gran manifestación de esperanza: “Para esta Caminata, no tenemos dinero, no tenemos infraestructura, ni forzamos a nadie a participar, pero en el nombre del Señor todo es posible y confiando en la intercesión de Nuestra Madre, estoy seguro que habremos de obtener los frutos deseados”.

La homilía concluyó en el punto de partida. La insistencia para depositar en el regazo de la Virgen del Cielo, sufrimientos y preocupaciones a fin de hacer posible una nueva era de paz en nuestra nación y de Morelos, estado que sufre males e incertidumbre. “Dejemos nuestra confianza en esta ayuda maternal de nuestra Madre Santísima para que tengamos un futuro más cristiano y democrático en nuestro país y en nuestro Estado… No dejemos de tener ánimo, Dios está con nosotros, María nos acompaña”.

Al término de la celebración, previo a la bendición, el obispo de Cuernavaca recordó la invitación para hacer lío, un acróstico que ha sido uno de los emblemas de su episcopado, y que consiste en Leer la Palabra de Dios, especialmente los Evangelios en Familia; Invitar a los alejados a misa y la de Orar como pueblo de Dios para unir a toda la diócesis en el rezo del Angelus y del Regina Coeli como el recurso más efectivo por la paz del Estado de Morelos y México entero.
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