El Papa viene a México "no para afianzar intereses de poderosos": Obispo emérito de Querétaro

¡Viene el Papa!
Mons. Mario de Gasperín Gasperín. Obispo emérito de Querétaro / Vida Nueva México. 04 de octubre.- Viene el Papa Francisco. Así lo anunció el señor arzobispo de México durante su misa dominical. Es una voz autorizada que hay que tener muy en cuenta. Llega el doce del próximo febrero, por la tarde. Nos alegra muchísimo esta noticia. Todavía no sabemos los lugares que visitará, pero serán los que él escoja escuchando a sus asesores y técnicos en esos asuntos. Y, con ésta, quedan otras muchas preguntas todavía sin responder.
¿Quién invitó al Papa? Desde luego que lo invitó el Episcopado mexicano y, sin lugar a dudas, cada uno de los obispos que fueron a Roma a la visita ad limina, no hace mucho. Otras invitaciones ciertamente habrá recibido, pero la oficial, como Pastor de la Iglesia universal y cabeza del Colegio de los obispos, la que pesa, es la de la Conferencia del Episcopado Mexicano. Así las cosas parecen sencillas, pero no lo son. Una visita de ese calibre no la puede sostener el Episcopado Mexicano solo. Implica las relaciones de la iglesia con el estado, el asunto de la seguridad y de los gastos económicos, como cualquiera puede imaginar. Sólo imaginar, porque las complicaciones son enormes.
En efecto, las implicaciones políticas son muy grandes, pues una visita papal trae consigo favores o desfavores para el mandatario del lugar, con repercusiones en la política internacional. La visita a México, país que entonces desconocía jurídicamente a la Iglesia, le abrió las puertas de Polonia a Juan Pablo II, estado que, reconociendo a la Iglesia, le vedaba la entrada. La visita a Cuba fue fundamental para su apertura inicial al mundo. La repercusión internacional es evidente. Es, por tanto, natural que los mandatarios de los gobiernos que reciben al Pontífice se interesen por el asunto y traten de encaminarlo en provecho propio. No nos extrañe que el señor presidente se haya adelantado en invitar al Papa y en hacer pública esa invitación, así como otros funcionarios menores, diplomáticos o representantes populares. El Papa Francisco algo sabe de estos asuntos y qué medidas tomar.
Por supuesto que los medios de comunicación se apresuran a atribuirse el mérito de la noticia. En esto lleva mano la televisión semioficial de siempre. Con su experiencia y su poderío económico y técnico, tratará de acaparar las noticias y las imágenes y, sobre todo, de interpretar cuasi-oficialmente los mensajes del Pontífice. La experiencia de viajes anteriores aconseja ser muy precavidos en el manejo que se hará de la imagen, espléndida sin duda, pero que buscará empañar con su brillo, diluir y hasta ocultar la fuerza de las palabras, del mensaje evangélico que trae consigo el Pontífice, y que es lo que espera y nutre al pueblo mexicano y lo que puede darle alientos para enderezar su camino. Esto es lo que tratará de evitar a toda costa la televisión oficial. Algo muy grave, sin duda. Es indispensable cuidar el desempeño de estos poderes, el político, el económico y el mediático o ideológico, todos habilísimos en el arte de la asimilación y del camuflaje.
No hay que olvidar lo que siempre han dicho los Papas que nos han visitado: Que ellos vienen como Pastores de la Iglesia y que su misión es apostólica, no para afianzar poderes ni intereses de poderosos. México necesita verdad y misericordia. Hay muchas heridas que curar, mucha sangre que lavar, muchas conciencias que purificar y mucha ignorancia que iluminar. El mensaje guadalupano está allí, todavía fresco y vigoroso, capaz de convertir los abrojos del abrupto Tepeyac en una Patria suave, bajo la mirada serena de Santa María de Guadalupe. ¡Bienvenido Papa Francisco!