Queremos ver a Jesús. V Domingo de Cuaresma Jn 12, 20-33

El deseo de ver a Jesús
V Domingo de Cuaresma. Jn 12,20-33
Por Fr. Antonino Peinador O.P. / Semanario Koinonía. Arquidiócesis de Puebla.
Explicación
El deseo de ver a Jesús: El pasaje que se lee este domingo ocurre ya pasado el “Domingo de Ramos”. Todo era fiesta por la inminencia de la Pascua. Por estas fiestas concurrían a Jerusalén de todas partes de “Tierra Santa” y de más allá de sus fronteras. Jerusalén, y más en los atrios del templo, eran ocupados por abundancia de peregrinos. Muchos judíos de la “diáspora” junto con gentiles y prosélitos llegaban para la celebración de la fiesta más grande de los judíos, ya inmediata.
La fama de Jesús, por su doctrina, por la conducta y el ejemplo de vida, por los milagros…, era notoria. La misericordia y bondad de Jesús hacía que muchos quisieran verlo: Los enfermos, tullidos, ciegos… que había curado eran los primeros en aclamarle. Las multitudes que habían estado atentos al sermón de la montaña, los que habían comido el pan milagroso,… todos los que se habían acogido a su piedad “cuando andaban como ovejas sin pastor”, todos querían verle.
Otros muchos eran llevados por su curiosidad a querer ver al Rabí de quien tanto se hablaba…
También estaban unos griegos, que casi seguro que eran prosélitos piadosos, que buscaban mejor conocimiento de la religión simpatizante que querían abrazar… Estaban allí y observaban. También ellos habían oído del Rabí Jesús. Admiraban lo que oían… Y ya eran fanáticos del Maestro.
Por allí andaba Felipe. A él se dirigen: ¡Queremos ver a tu Rabí! -le dijeron-.
Felipe se toma su tiempo, como quien quiere pensar la decisión a tomar… Y pensó: Mejor lo consulto… Comenta el caso con Andrés… Y los dos se lo dijeron a Jesús…
Hasta aquí le escena imaginativa, pero verosímil, del deseo de los piadosos griegos de ver a Jesús.
Temas en torno: Siendo la luz el medio natural para ver, no demos de lado su necesidad para alcanzar nuestro deseo de ver; lo mismo hemos de pensar sobre la ceguera, y sobre la oscuridad…
Todos estos conceptos deben ser tenidos en cuenta al querer satisfacer el “deseo de ver”.
Estos conceptos los trasladamos a la vida de la fe, que, ante su oscuridad, nos hace exclamar con el ciego: “¡Señor, que vea!”
Jesús al tratar con los ciegos exclama: “¡Yo soy la luz del mundo!” (Jn. 10,12).
“Ver y creer”: En la Biblia “ver” se ha de interpretar como conocer, examinar, tener en cuenta… Referido a Dios, querer verlo, tocarlo… es buscar acercamiento a él, es intentar mayor conocimiento y enriquecedora experiencia…, que lleven a la fe y al amor.
Recordemos a Zaqueo, que quería no sólo “ver”, sino de “conocer quién era Jesús”. A este fin van todas las mejores revelaciones de Dios, tanto las contenidas en la “Revelación Oficial”, como las revelaciones privadas.
Hemos de pasar hasta la intención de esto griegos de su deseo de ver a Jesús. Lo primero que entendemos es “visión,física” de lo que nos circunda. Pero veamos más allá, veamos con luz de fe como en un espejo lo que Dios nos quiere revelar; y deseemos lo que no alcanzamos a ver: Ver en Jesús al Mesías.
Muchas veces en la Biblia se suplica a Dios que muestre su rostro… (Sal. 24, 6). Pero nunca hombre mortal ha visto el rostro de la divinidad.
Moisés desea “ver” a Dios. A esta petición Dios responde con una respuesta abstracta: “Yo haré pasar ante ti toda mi bondad y pronunciaré ante ti mi nombre… pero mi faz no podrás verla, porque no puede el hombre verla y seguir viviendo” (Ex. 33, 18-20).
Será el apóstol Tomás quien ponga la cinta muy alta con su estupendo acto de fe en la resurrección de Jesús. Primero duda: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos…no creeré”.
Pasan días, y Jesús vuelve a aparecerse; y llama al orden a Tomás, y le impulsa al acto más sublime de fe: “Porque me has visto, Tomás, has creído. Dichos lo que creen sin haber visto”. Y Tomás hace su acto de fe: “¡Señor mío y Dios mío!” Es tan hermoso este acto de fe que nosotros lo repetimos en los momentos que más fe necesitamos.
El deseo de ver a Dios se satisface al escuchar su palabra y ver sus obras: Ver a Dios es conocer a Dios. Y se conoce por la atención y el compromiso a su palabra, exigidos a través toda la revelación: “¡Escucha, pueblos mío!” grita Dios por los profetas.
Si ver es conocimiento y experiencia de Dios, hoy Dios nos conmina a su conocimiento a través de la visión, conocerle, contemplar sus obras y escuchar su palabra, para un acercamiento más profundo, más auténtico.
La vocación universal a la salvación: En el evangelio de Juan, tan cargado de símbolos y signos, esta presencia de “los no judíos”, es decir, gentiles griegos, que desean ver a Jesús, es la sugerencia de la universalidad de la salvación; y, por consiguiente, la incorporación de todas las gentes, judíos o no judíos al redil de Cristo, como llamada a la universal salvación Esta incorporación o llamada a todas las naciones ya venía claramente indicada cuando los “magos de oriente vinieron a adorar a Jesús. Y al verlo le adoraron” (Mt. 2. 2 y 11).
Seguro que “el deseo de los griegos de ver a Jesús” es deseo de acercarse a la luz que les guíe a la salvación. Los magos y los griegos quieren exclamar su alegría de la salvación con el anciano Simeón al tomar a Jesús en sus brazos: “¡Mis ojos han visto al Salvador!” (Lc. 2, 29).
Aplicación a la vida
- Imaginando que también nosotros queremos ver a Jesús, tenemos que cuestionarnos: ¿Qué esfuerzo estamos haciendo para conseguirlo? ¿Qué medios hemos de poner?
- Los griegos se dirigen a Felipe y Andrés, que han comido y bebido, han oído y visto a Jesús… han sido adoctrinados por Maestro, ellos son buenos como embajadores ante el Rabí; ellos sí pueden llevarles a Jesús. Y nosotros ¿a quién vamos a recurrir para que nos den a conocer a Jesús? No vayamos quien tampoco sabe de la maravillas de Jesús…
- Ver a Jesús, conocer a Jesús, es un reto para la vida Cristiana de cada uno. ¿Cómo hacer para llegar a esa visión y ese conocimiento?
- Una buena aplicación es pensar en lo que nos dice san Teófilo de Antioquía: “Dios se deja ver de los que son capaces de verlo, porque tienen abiertos los ojos de la mente. Pero cuando se tiene los ojos entenebrecidos por los pecados y malas acciones no se pude ver a Dios” .