UNAM contra la violencia



Editorial CCM / Estarían equivocados quienes piensan que lo sucedido en la Universidad Nacional Autónoma de México sólo es violencia provocada por grupos porriles. Sería una conclusión demasiado reduccionista. La UNAM, como otros sectores de la sociedad, se encuentra bajo fuego y pretendidas manipulaciones de enemigos –criminales y políticos- que quieren imponer su ley secuestrando a la juventud del país que se prepara de la Máxima Casa de Estudios, de donde surgirán los futuros líderes, la esperanza de transformación para el país. Desde hace unos meses, Ciudad Universitaria vive lo que muchas otras regiones del país asoladas por la inseguridad e incertidumbre.

Las magníficas demostraciones del repudio a la violencia a través del paro y las marchas multitudinarias en territorio puma son el enérgico llamado de una comunidad herida, lastimada, indignada, pero jamás vencida en esta lucha. En cada universitario, en cada puño alzado, hubo este recuerdo para no olvidar. Meses atrás, la UNAM sufrió hechos lamentables que no pueden pasar inadvertidos ni se trató de la acción ilícita “propia de porros”.

A Miranda Mendoza Flores, de 18 años, le fue arrebatada la vida. Es un hecho sin precedentes. Una estudiante plagiada a las afueras de su centro de estudios universitario en agosto pasado demuestra esta demencial violencia que no tiene respeto por nadie. Sin embargo, ese hecho es uno de tantos que enlutó a la UNAM. En febrero pasado, un mensaje del rector dio cuenta de lo que llamó “acoso” a la Universidad por diferentes actos de reprobables; “lastimada e indignada” fue blanco de ataques en la persona de una profesora agredida con arma de fuego; riñas entre personas ajenas a la Universidad dejaron dos muertos en las inmediaciones de CU atribuidos al choque entre células de narcomenudistas por el control de la plaza.

Siete meses después, el rector vuelve a pronunciarse enérgicamente contra la violencia teniendo como escenario una manifestación vibrante de la comunidad estudiantil. El pliego petitorio es “atendible” dijeron las autoridades y en una movida inmediata el responsable de la seguridad en la UNAM fue despedido por su ineficacia. No obstante, estos remedios pueden quedarse en algo temporal y de coyuntura si no se ataca, de raíz, un problema que se viene enquistando.


En su mensaje de febrero, el rector afirmó que la violencia cuando “se presenta en espacios educativos en donde converge una comunidad cuya esencia es la libertad, la superación, el estudio y el conocimiento, los hechos violentos se convierten en algo indignante, inadmisible y de necesaria y urgente atención”. La UNAM puede convertirse en botín de grupos radicales, delincuentes, cárteles del narcomenudeo o incluso de grupos con ideología política cuyo fin es desestabilizar y tener beneficios en capital humano y económico.

Ese espacio de libertad está ahora bajo fuego, pero la convocatoria de los jóvenes demuestra que, organizados, rescatarán a la mejor Universidad de América Latina; no obstante, la acción contundente de las autoridades es deber ineludible. Revisar las estructuras de seguridad, mejorar las condiciones de los recintos y aplicar acciones firmes contra mafias y grupos que han hecho de la UNAM un coto de poder perjudicando a miles de universitarios.

La Universidad es de las pocas instituciones con alta credibilidad entre la ciudadanía. Más que una institución, como dijo su fundador, es la formadora de la conciencia del porvenir de “un pueblo libre que ame sus derechos y la practica perseverante de sus deberes”. Eso exige la UNAM, el deber de vivir en paz.

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