El aborto es una práctica horrorosa



Editorial / SIAME. 20 de enero.- “Ahora parece que hay muchos disidentes de la Iglesia que quieren llevarse al Papa a su terreno. Se equivocan… El Papa no traicionará la fe ni la moral de la Iglesia… no va a legitimar el aborto”. Con estas palabras, el arzobispo emérito de Pamplona, Mons. Fernando Sebastián Aguilar –quien será hecho Cardenal en febrero próximo– respondió a quienes auguraban la posible relajación de los valores que defiende la Iglesia desde hace siglos y su postura contraria en lo referente a temas como el aborto.

Y es que hace unos meses, el Papa Francisco llamó a seguir trabajando en la defensa de la vida, pero sin caer en discusiones obsesivas, así como en otros tantos asuntos que son de vital importancia para la humanidad, como los derechos de los migrantes, la consecución de la paz mundial, la búsqueda de un modelo económico más justo que elimine las desigualdades y la pobreza, entre otros, que ha abordado el Vicario de Cristo a lo largo de diez meses de pontificado.

Ante estas declaraciones, no fueron pocos los que equivocadamente anticiparon que el actual Pontífice daría carpetazo al tema del aborto, cuya aprobación ha generado graves enfrentamientos entre la Iglesia Católica y la clase gobernante en diferentes países del mundo. Sin embargo, esta semana el Santo Padre frenó drásticamente todas las especulaciones y ratificó la postura histórica de la Iglesia Universal en contra del aborto, al calificarlo como una “práctica horrorosa”.

Por desgracia –dijo el Papa en su discurso de inicio de año al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede– “objeto de desecho no son solo el alimento o los bienes superfluos, sino a menudo los mismos seres humanos, que se ven ‘desechados’ como si fueran ‘cosas no necesarias’. Por ejemplo, causa horror el mero hecho de pensar en los niños que no podrán ver nunca la luz, víctimas del aborto, o en los que son utilizados como soldados, violados o asesinados en conflictos armados, o convertidos en objetos de mercadeo en esa terrible forma de esclavitud moderna que es la trata de seres humanos, que constituye un delito contra la humanidad”.

Así es, el aborto es y será siempre una práctica horrorosa, pues acaba con la vida de los más indefensos, los que están comenzando su existencia en el seno materno y que son totalmente dependientes de la madre, la familia y la sociedad.

La Iglesia ha pugnado siempre por un debate de altura en torno a este tema, donde todas las voces sean escuchadas, incluyendo la voz de la Iglesia, hasta alcanzar una verdadera solución a los problemas de las mujeres, que siguen siendo marginadas y subvaloradas. Por ello, tampoco dejará de insistir en que es mucho más importante desarrollar políticas públicas de educación y de responsabilidad que medidas criminales que no sólo terminan con la vida de miles de niños inocentes, sino que también matan el alma de las mujeres que abortan –quienes generalmente nunca se perdonan el haber cometido infanticidio–, y pervierten la conciencia de una sociedad permisiva que no se conmueve ni se horroriza ante el exterminio de miles de niños inocentes en el vientre de sus propias madres.
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