La engañosa vía hacia la mariguanización



Editorial CCM / México se convierte en experimento del liberalismo populista político donde lo inmoral quiere ser moral falsamente. Nos estamos asomando a una nueva forma lícita de comercio de muerte para engrosar sus abultadas carteras a cambio de la salud y seguridad.

El 5 de noviembre, la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (Cofepris) publicó los Lineamientos en materia de control sanitario de la cannabis y derivados de la misma. Con esta regulación, la autoridad sanitaria se dio a sí misma la reglamentación para el uso médico y los criterios para la comercialización e industrialización de productos derivado del decreto de reformas a la Ley General de Salud y del Código Penal Federal publicado en el Diario Oficial de la Federación, el 19 de junio de 2017.

A finales de mes, la misma autoridad anunció la liberación de 38 productos a base de cannabis, exentos de tetrahidrocannabinol (THC) sin efectos psicoactivos y adictivos; sin embargo, aunque esto se quiso pasar como logro bondadoso, se advirtió a la población que “no es una invitación a consumir cannabis” reconociendo que la planta es nociva además de reforzar acciones para la prevención y cuidado de la salud particularmente de niños y jóvenes.

Según ArcView, firma de negocios e inversiones en cannabis, en los Estados Unidos, los mariguaners “gastarán más de 10.000 millones de dólares en marihuana legal al fin del 2018 y casi 23.000 millones para 2021”. Este proceso es parte del camino ganado por los defensores de la mota como planta magnífica para remediar todo incluso la violencia en el país. La aventura de otros países mariguanizados deslumbra, primero, a los mercenarios de la salud frotándose las manos ante las presuntas ganancias por servir a la mesa la mítica planta para degustación de sus adoradores. Ahora es un proceso “cultural”.

Para seguir los pasos de países vecinos, los copistas mexicanos ponen en la mesa de la “sana democracia” y el libre desarrollo de la personalidad una solución desesperanzadora y contraproducente. Pretender la legalización de la mariguana es ofrecer un placebo para apaciguar las dolencias de la destrucción social y del grave problema de salud pública, además de levantar una cortina de humo en relación con la violencia y el consumo de drogas en este país.

Sus principales defensores admiten que la legalización bajaría los precios acabando con las millonarias utilidades de los cárteles que sirven para corromper y reclutar reduciendo los efectos de la violencia; no obstante, la experiencia internacional enseña que los países donde se ha legalizado están muy lejos de haber conseguido esos objetivos de mejoría creando sociedades enfermas e inestables pagando altos costos por la manutención, cuidado y protección de los adictos. Además, los grandes flujos del tráfico de drogas en las potencias económicas no han detenido el mercado de la muerte donde los más vulnerables, como siempre, llevan las consecuencias más desastrosas.

Resulta inconcebible que, ante el cambio de administración, las autoridades sanitarias ahora liberen tal cantidad de productos derivados del cannabis. México se convierte en experimento del liberalismo populista político donde lo inmoral quiere ser moral falsamente. Nos estamos asomando a una nueva forma lícita de comercio de muerte para engrosar sus abultadas carteras a cambio de la salud y seguridad.

En 2012, el Papa Benedicto XVI, durante su visita a México, advirtió de la gran responsabilidad de la Iglesia para desenmascarar el mal, desenmascarar la idolatría del dinero, desenmascarar las falsas promesas, la mentira y la estafa que están detrás de las drogas. Y es precisamente lo que la Iglesia enseña sobre esta apertura y legalización: “¿Es aceptable crear una subclase de seres humanos vivos, en un nivel infrahumano, como se ve, por desgracia, en las ciudades donde la droga se vende libremente? (…) La legalización de las drogas conlleva el riesgo de efectos opuestos a los que se buscan. En efecto, se admite fácilmente que lo que es legal es normal y, por tanto, moral. Cuando se legaliza la droga, lo que queda liberalizado no es el producto, lo que se convalida son las razones que llevan a consumir ese producto… Lo que está en juego es el destino de las personas”. (2001, Pontificio Consejo Para la Pastoral de la Salud. Iglesia y adicción a las drogas).

México está en vías de la “mariguanización”.

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