La fe y su problemática actual
Pbro. César Eduardo Castillo López / El Semanario. Arquidiócesis de Guadalajara. No es la primera vez que se expresa esta realidad: Hoy no podemos pensar que la fe cristiana sea un patrimonio universalmente conocido y aceptado por todos los que se dicen creyentes. Es tiempo de darnos cuenta -y podemos constatarlo- de que la fe ha dejado de ser una experiencia fundamental que conforma todas las estructuras de la Sociedad y de la Cultura. Hoy, más que nunca, suenan proféticas las palabras que el entonces joven teólogo Joseph Ratzinger expresara apenas acabado el Gran Concilio: «El Concilio marca el tránsito de una situación en la cual parecía haberse alcanzado un máximo de cristianización, y donde se entendía, por tanto, como tarea suprema, el custodiarlo y defenderlo, hacia otra situación, en la cual se debe de nuevo reconocer una radical condición de minoría del cristianismo, y en donde se debe buscar no tanto la conservación, sino una existencia misionera. Los cristianos son de nuevo minoría; más de cuanto lo fueron antes, desde la antigüedad».
¿Cómo se ha llegado a este punto?
El Cardenal Angelo Comastri, Arcipreste de la Basílica Papal de San Pedro en el Vaticano, ha señalado las principales razones por las cuales el mundo se encuentra en esta situación. Una de las primordiales, afirma, ha sido el fenómeno de la globalización mediática: «Los Medios de Comunicación masiva y las fáciles vías de acceso a la comunicación han hecho accesible todo genero de experiencias (incluso las más extravagantes), y han hecho presente, por primera vez en la historia, “todo”, al instante y en cualquier lugar».
Es cierto, la caída de las fronteras a través de la Internet y otros Medios, y el “acortamiento” de las distancias hasta el punto de alcanzar la otra parte del mundo en el tiempo que se emplea teclear una palabra o dar un simple “clic”, han puesto al alcance de todos tantas cosas distintas y nuevas, que no bastaría una vida para experimentarlas. En este contexto, es fácil descubrir que sería un desperdicio ocupar toda la vida en una sola experiencia: la de la fe (que fue la primera todavía para muchos hoy). ¡No es posible, cuando hay tantas cosas que ver, que conocer y en qué creer, a la mano!”
Aquí podemos darnos cuenta también de otra realidad que salta de inmediato a la vista, y que debemos reconocer como razón de base a la razón de la globalización mediática: Se trata de la primacía que tiene, para el hombre de hoy, la experiencia sensible, en cuanto ofrece nuevas posibilidades a la vida y a los sentimientos.
¿A qué se debe esto? Algunos autores han descubierto que la exaltación de la experiencia sensible está íntimamente relacionada con el fracaso de las grandes ideologías que permearon el Siglo XX (Marxismo, Nacional-Socialismo, Capitalismo, etc.). Éstas, bajo un único y universal esquema, prometieron dar la felicidad al hombre y crear un ambiente de paz y armonía en su entorno, previéndolo como el fin al que se llegaría después de una vigorosa lucha. Pero en lugar de esto, lo que vino fue sólo intolerancia, radicalismo, fundamentalismo, destrucción, injusticia, miseria y sufrimiento para incontable cantidad de personas.
En reacción natural, el mundo comenzó a darse cuenta de la grandeza del bien del individuo, por encima del bien de ideologías nacionales o de grupos raciales. Se exaltó el valor del sentimiento personal por encima de la razón universal, como requisito indispensable a la posibilidad de un mundo lleno de tolerancia y de paz. Tomó lugar la supremacía de lo que llega y se recibe espontáneamente con respecto a lo establecido previdentemente. La experiencia individual y sensible tomó el lugar que ocupaba el dogma o la verdad intelegible.
Así se entiende por qué, en el contexto actual, la fe poco tenga qué ver como vía para configurar toda la vida del individuo o de la Sociedad en la perseverancia y la fidelidad. Y así se entiende que pueda substituirse por una experiencia más “novedosa e intensa”.
Hemos descubierto que -como afirma el Cardenal Comastri en su Libro Lassù qualcuno ti ama: «Que es el reino del ‘individualismo desesperado’ el que produce y justifica todo egoísmo, y que ese egoísmo es un multiplicador de crueldades y violencia, como vemos que está sucediendo hoy».
Por otra parte, nos damos cuenta de que cuando la fe se ha reducido a una mera y sola experiencia estética, sentimental, sensible, etc., so pretexto de no hacerla entrar en un esquema definido, en una razón firme, estable y definitiva para la vida personal y comunitaria, entonces comienza a ser todavía más dramática la experiencia de la pérdida de todo y de la inseguridad total.
Para darse cuenta de lo cierto de esta realidad, basta conocer, por ejemplo, las palabras de un joven gravemente enfermo -según refiere el Arcipreste de la Basílica de San Pedro-, quien a través de la revista italiana Epoca, le escribiera a un notable periodista: «“Si tuviera el consuelo de la fe,¬ podría refugiarme en ella, y en ella encontraría la necesaria resignación. Pero la fe, por desgracia, la he perdido desde hace tiempo. Por eso no tengo esa seguridad que a otros permite el paso (hacia la muerte) serenamente. Por eso es que me dirijo a usted, pues admiro su serenidad y se la envidio. Estoy seguro de que una carta suya me serviría para tranquilizarme. Ricciardetto [pseudónimo del notable periodista], quien se declarara no creyente, le respondió con sinceridad y honestidad: ¿Cómo puede ayudarte una carta mía? Yo no escribo más que de política. A ti te ayudaría que yo hablara o escribiera de ‘otras cosas, y yo jamás lo hago; ni siquiera las pienso, y precisamente para no pensar en ellas es por lo que escribo de política; y, además, te diré que en el fondo no me importa nada. Así logro olvidarme de mí mismo y de mi miseria».
La pregunta actual es: ¿Tiene para nosotros, la fe cristiana, la fuerza, la riqueza, la luminosidad para ser al mismo tiempo una verdadera experiencia estética y respuesta definitiva única y universal? De la respuesta que demos positiva cada uno, dependerá que dicha pretensión sea una realidad creciente.
Si usted desea profundizar sobre este tema, le hacemos saber que se tratará La riqueza de la fe ante el mundo contemporáneo durante el II Congreso Teológico Arquidiócesis de Guadalajara, a celebrarse los días 17 al 20 de agosto, en el Auditorio de Usos Múltiples de la Universidad del Valle de Atemajac. Mayores informes, en www.congresoteologicogdl.org o en los teléfonos 36478014 (Padre José Abel Castillo Castillo), y 31340800 Exts. 2533 a 2540 (Padre Aurelio González Rosales).
¿Cómo se ha llegado a este punto?
El Cardenal Angelo Comastri, Arcipreste de la Basílica Papal de San Pedro en el Vaticano, ha señalado las principales razones por las cuales el mundo se encuentra en esta situación. Una de las primordiales, afirma, ha sido el fenómeno de la globalización mediática: «Los Medios de Comunicación masiva y las fáciles vías de acceso a la comunicación han hecho accesible todo genero de experiencias (incluso las más extravagantes), y han hecho presente, por primera vez en la historia, “todo”, al instante y en cualquier lugar».
Es cierto, la caída de las fronteras a través de la Internet y otros Medios, y el “acortamiento” de las distancias hasta el punto de alcanzar la otra parte del mundo en el tiempo que se emplea teclear una palabra o dar un simple “clic”, han puesto al alcance de todos tantas cosas distintas y nuevas, que no bastaría una vida para experimentarlas. En este contexto, es fácil descubrir que sería un desperdicio ocupar toda la vida en una sola experiencia: la de la fe (que fue la primera todavía para muchos hoy). ¡No es posible, cuando hay tantas cosas que ver, que conocer y en qué creer, a la mano!”
Aquí podemos darnos cuenta también de otra realidad que salta de inmediato a la vista, y que debemos reconocer como razón de base a la razón de la globalización mediática: Se trata de la primacía que tiene, para el hombre de hoy, la experiencia sensible, en cuanto ofrece nuevas posibilidades a la vida y a los sentimientos.
¿A qué se debe esto? Algunos autores han descubierto que la exaltación de la experiencia sensible está íntimamente relacionada con el fracaso de las grandes ideologías que permearon el Siglo XX (Marxismo, Nacional-Socialismo, Capitalismo, etc.). Éstas, bajo un único y universal esquema, prometieron dar la felicidad al hombre y crear un ambiente de paz y armonía en su entorno, previéndolo como el fin al que se llegaría después de una vigorosa lucha. Pero en lugar de esto, lo que vino fue sólo intolerancia, radicalismo, fundamentalismo, destrucción, injusticia, miseria y sufrimiento para incontable cantidad de personas.
En reacción natural, el mundo comenzó a darse cuenta de la grandeza del bien del individuo, por encima del bien de ideologías nacionales o de grupos raciales. Se exaltó el valor del sentimiento personal por encima de la razón universal, como requisito indispensable a la posibilidad de un mundo lleno de tolerancia y de paz. Tomó lugar la supremacía de lo que llega y se recibe espontáneamente con respecto a lo establecido previdentemente. La experiencia individual y sensible tomó el lugar que ocupaba el dogma o la verdad intelegible.
Así se entiende por qué, en el contexto actual, la fe poco tenga qué ver como vía para configurar toda la vida del individuo o de la Sociedad en la perseverancia y la fidelidad. Y así se entiende que pueda substituirse por una experiencia más “novedosa e intensa”.
Hemos descubierto que -como afirma el Cardenal Comastri en su Libro Lassù qualcuno ti ama: «Que es el reino del ‘individualismo desesperado’ el que produce y justifica todo egoísmo, y que ese egoísmo es un multiplicador de crueldades y violencia, como vemos que está sucediendo hoy».
Por otra parte, nos damos cuenta de que cuando la fe se ha reducido a una mera y sola experiencia estética, sentimental, sensible, etc., so pretexto de no hacerla entrar en un esquema definido, en una razón firme, estable y definitiva para la vida personal y comunitaria, entonces comienza a ser todavía más dramática la experiencia de la pérdida de todo y de la inseguridad total.
Para darse cuenta de lo cierto de esta realidad, basta conocer, por ejemplo, las palabras de un joven gravemente enfermo -según refiere el Arcipreste de la Basílica de San Pedro-, quien a través de la revista italiana Epoca, le escribiera a un notable periodista: «“Si tuviera el consuelo de la fe,¬ podría refugiarme en ella, y en ella encontraría la necesaria resignación. Pero la fe, por desgracia, la he perdido desde hace tiempo. Por eso no tengo esa seguridad que a otros permite el paso (hacia la muerte) serenamente. Por eso es que me dirijo a usted, pues admiro su serenidad y se la envidio. Estoy seguro de que una carta suya me serviría para tranquilizarme. Ricciardetto [pseudónimo del notable periodista], quien se declarara no creyente, le respondió con sinceridad y honestidad: ¿Cómo puede ayudarte una carta mía? Yo no escribo más que de política. A ti te ayudaría que yo hablara o escribiera de ‘otras cosas, y yo jamás lo hago; ni siquiera las pienso, y precisamente para no pensar en ellas es por lo que escribo de política; y, además, te diré que en el fondo no me importa nada. Así logro olvidarme de mí mismo y de mi miseria».
La pregunta actual es: ¿Tiene para nosotros, la fe cristiana, la fuerza, la riqueza, la luminosidad para ser al mismo tiempo una verdadera experiencia estética y respuesta definitiva única y universal? De la respuesta que demos positiva cada uno, dependerá que dicha pretensión sea una realidad creciente.
Si usted desea profundizar sobre este tema, le hacemos saber que se tratará La riqueza de la fe ante el mundo contemporáneo durante el II Congreso Teológico Arquidiócesis de Guadalajara, a celebrarse los días 17 al 20 de agosto, en el Auditorio de Usos Múltiples de la Universidad del Valle de Atemajac. Mayores informes, en www.congresoteologicogdl.org o en los teléfonos 36478014 (Padre José Abel Castillo Castillo), y 31340800 Exts. 2533 a 2540 (Padre Aurelio González Rosales).