“Para quitar sus males, mande a pedir nueve misas…”

Guillermo Gazanini Espinoza / 30 de agosto.- En la era de la explosión religiosa, teorías conspirativas y obsesión por el diablo, cualquiera se siente con autoridad para acabar con cualquier mal ofreciendo soluciones inverosímiles e idolátricas que atentan contra el primero de los mandamientos; sin embargo, este problema causa mayor confusión cuando pseudorreligiosos y misticoides ofrecen lo mismo que brujos, iluminados, profetillas y chamanes en los movimientos religiosos alternativos así llamados de “evasión”.
Y es que en estos tiempos confusos, mucha gente tiene una necesidad profunda de Dios y en la búsqueda de solución a los problemas sin importar cuál sea el medio con tal de que la paz anhelada llegue a la vida atribulada. ¿Cuál es la línea delgada que separa ortodoxia de heterodoxia? ¿Hasta qué punto podemos decir que la adecuada orientación religiosa es capaz de resolver y paliar las dificultades?
Aunque el problema parece nuevo, no lo es. Tiempo atrás, en la búsqueda de la perfección, la santidad y un estilo de vida acorde a la de Cristo, santos y santones convivieron con Dios y con el diablo para exponer a sus coterráneos que ellos eran personas distintas, elegidas y sometidas a torturas indescriptibles de Satán. En La Santidad Controvertida, de Antonio Rubial García, editado por el Fondo de Cultura Económica en 1999, se exponen estos singulares casos que rayan entre lo “auténtico” religioso y el fraude pseudocatólico: “Teresa Romero se retorcía sobre el piso y emitía sonidos guturales y palabras inconexas. Cuando volvió de su trance dijo haber estado en el purgatorio y narró con lujo de detalles todo lo que ahí había visto. Unas monedas, para rezar por las almas en pena, fueron el pago de un acto que tenía mucho de teatral. La mujer encontró que esta actividad resultaba muy bien remunerada y comenzó a ampliar su repertorio con imágenes del Niño Jesús que fingía amamantar, con hostias que sangraban en su boca, con parálisis faciales y llagas, con visitas al cielo y al infierno y charlas con la virgen y los santos…” Parecería un asunto de noticiero estelar, pero el amable lector se sorprendería que Teresa Romero era novohispana y su caso fue llevado ante el tribunal de la Inquisición acusada de “fingimientos místicos”. En 1640, el Santo Oficio la condenó a diez años de trabajos forzados en un hospital.
Hoy chamanes y santones usan los medios para publicitar sus poderes, conocimiento e iluminación para adivinar todo lo que le pasa a la víctima y, en nombre de Dios, expulsar a los demonios y males que acosan al desgraciado cliente en un mercado con grande oferta y mayor demanda. A través de limpias, amuletos, talismanes, idolillos, dinero y muchas cosas más, el infortunado se hace del poder divino, a través del chamán, para lograr el descanso que en ninguna otra parte, ni ciencia o religión alguna, le han podido ofrecer.
Para el caso, los brujos y doctores se valen de lo conocido: los elementos del culto de la Iglesia católica. La escasa formación y la desesperación hacen que las víctimas encuentren benévolo el uso de cualquier sacramental, oración cristiana y sacramento… si se hace en nombre de Dios, no hay problema; sin embargo, sí lo hay, no todo lo que es religioso es santo. El catecismo de la Iglesia católica instruye sobre esoterismo, ocultismo y medianidad afirmando que: “Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recursos a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos y otras prácticas que equivocadamente se supone desvelan el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y suertes, los fenómenos de visión, el recurso a médiums encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y respeto mezclados de temor amoroso que debemos solamente a Dios”.
Desafortunadamente, existen millones de católicos que se mueven en este terreno pantanoso de la superstición. Ocultismo, esoterismo, mediumnidad, magia, hechicería y pandemonismo son ideas comunes en muchos bautizados creyendo que no hay problema alguno con asociarse a estos grupos o movimientos pseudorreligiosos y seguir en la Iglesia. Y es que el gran reto que enfrenta la Iglesia católica en Latinoamérica es esta expansión de las creencias que se suponen ciertas, científicas, religiosas y católicas, cuando no lo son.
Pongamos algunas cifras. En 1995, la Fundación Spes de Argentina quiso medir cuál era la influencia de ideas sobre ovnis, astrología, magia, posesiones y maleficios, adivinación, reencarnación y comunicación con los muertos en una población de 1098 jóvenes en colegios católicos de Buenos Aires. De acuerdo a los resultados, el 83% de la población femenina encuestada cree en ovnis; el 60% en magia, posesiones y maleficios; el 51% en reencarnación; el 74% en astrología; el 52% en comunicación con los muertos y 63% en adivinación del futuro; por lo que hace a la población masculina, el 88% cree en objetos voladores; el 59 en maleficios y posesiones; el 55% en la reencarnación; un 58% en astrología; el 56% en comunicación con muertos y 55% en adivinación del futuro.
Estas cifras podrían parecer una constante en toda Latinoamérica y ha sido denunciado por los obispos de la región en las reuniones de la CELAM en Santo Domingo y en Aparecida como retos fundamentales de la nueva evangelización; sin embargo, el católico promedio no ha logrado asimilar que el cristianismo no es un movimiento religioso que implique la evasión de la realidad y de los problemas ordinarios. La esencia de la religión cristiana y de la pertenencia a la Iglesia es la actitud de conversión por la que los paradigmas antiguos son vencidos para afrontar los problemas en Cristo. La moda de estos movimientos religiosos es presentar un sincretismo donde Biblia, Corán y otros libros sagrados pueden convivir cómodamente ofreciendo al cliente la religión que más le satisfaga y acomode, con falsos ideales de salvación que no respetan a Dios provocando una idolatría fincada en modernos neopaganismos de la fuga de la condición humana contribuyendo a la ansiedad, a la desesperación y a la frustración de quienes recurren a ellas.
Un día escuché de un supuesto doctor y sanador esta recomendación: “Para quitar sus males, mande a pedir nueve misas…” Nueve misas que no son gratis. Si el chamán, profetilla o brujo usa simoniacamente los recursos sagrados, a éste no le importa. ¿Hay interés por curar? Podría ser… pero más interés hay en la cartera del desafortunado cliente.